La mayoría de nosotros llevamos una vida pacífica en Internet, sin problemas en redes sociales o en otros sitios. Eso puede hacernos parecer que no tenemos una reputación definida o que nuestra identidad no es importante.
En esta sección aprenderemos a valorar la identidad digital, cuidar nuestra reputación y controlar nuestra huella digital.
El concepto de identidad digital es todo aquello que nos define en Internet, lo que está relacionado con nosotros. A medida que interactuamos con el medio digital, nuestra actividad va dejando una huella. Pero la identidad digital no depende únicamente de nosotros, es posible que un amigo o amiga de la vida real o un familiar nos nombre, cite o etiquete en una foto de Facebook o Instagram o simplemente aparezcamos junto a un grupo de amigos, aunque nadie nos nombre explícitamente. Estas apariciones fortuitas, sin duda alguna, también contribuyen a crearnos una imagen digital, aunque en este caso la huella no haya sido depositada por nosotros, sino por otros.
Así pues, la huella digital son toda esa serie de datos digitales que por separado no tienen una relevancia particular, pero que cuando se unen producen una imagen coherente de nuestra persona, es la identidad digital.
Cuando participamos en una red social, por ejemplo, Twitter, enviamos textos, imágenes y quizás vídeos, que son vistos por aquellos que nos siguen. Los que no nos conocen se formarán una imagen de cómo somos uniendo los fragmentos de las diferentes huellas. Esta imagen reconstruida a partir de un número escaso de datos, puede ser real o no, pero a fin de cuentas es lo que los demás tendrán para hacérsela.
Si no nos preocupamos por ella, puede pasar que al no vigilar lo que hacemos podemos llegar a publicar una amalgama de informaciones sesgadas e inconexas que dan una imagen falsa o no deseada de nosotros mismos. Es necesario ser conscientes de que aquello que publicamos, sea donde sea, configura nuestra identidad digital. Las huellas que dejamos no deben ser aleatorias o fruto del capricho del momento sino que debe existir una coherencia por nuestra parte y plantearnos límites en aquello que publicamos y lo que no.
En un grupo familiar de WhatsApp puede ser muy conveniente contar ciertos chistes, hacer determinados comentarios políticos. Pero en un grupo profesional o de trabajo no podemos comportarnos como lo hacemos delante de nuestros familiares. Hay que discernir en cada momento dónde estamos actuando en consecuencia y aumentando la precaución si los grupos son públicos o de tipo profesional. Esta identidad digital positiva para la persona es la reputación digital o reputación online.
Es más, las personas como los profesores, directores o con algún tipo de responsabilidad social deben cuidar de forma muy especial lo que publican ya que tienen a su cargo otras personas que difícilmente las van a respetar según los contenidos que aparezcan. Esto nos lleva al concepto de reputación profesional, que lógicamente es aplicable no solo al mundo de la docencia, sino a cualquier persona que dependa de otros para su propio trabajo.
Indiscutiblemente, esta reputación debe merecer por nuestra parte una atención especial. No solo ya por el hecho de que cada día se despide a gente por un uso poco responsable de las redes sociales, sino porque esta nos ayuda a ser mejores profesionales.
Aquel que desee tener una buena reputación digital profesional deberá abstenerse de mezclar su vida privada con la profesional. No es raro ver cómo determinadas personas pasan de la foto en el gimnasio al mensaje institucional de su empresa y vuelta a otro mensaje político. No es que sea malo ir al gimnasio o tener las ideas políticas claras, lo que sí es bastante contrario a la profesionalidad es la no distinción entre ambos perfiles, es decir, ambas identidades digitales que no deberían mezclarse nunca. Aquellos que mantienen una relación profesional con nosotros es posible que no comulguen con nuestras ideas políticas o con nuestra forma de vivir la vida (lo que comemos, el deporte que hacemos, etc.), entre otros cientos de detalles personales que pueden afectar a las relaciones personales, sobre todo si hay una dependencia jerárquica laboral o aquellos que nos siguen son nuestros alumnos.
Debemos mantener una separación entre vida profesional y personal. Lo más responsable es tener un perfil profesional, público y otro privado personal. Pero nunca mezclar indiscriminadamente los dos, ya que ello no puede traer sino problemas. En el artículo Despedidos por culpa de las redes sociales podemos ver el efecto, en algunos empleados, de su vida privada sobre la profesional. Como muestra baste uno de los casos sacado del artículo anterior:
Uno de los casos más conocidos es el de Justine Sacco, que antes de iniciar un viaje de Nueva York a Sudáfrica escribió en diciembre de 2013: “Me voy a África. Espero no pillar el sida. Es broma. ¡Soy blanca!”. El tuit provocó miles de comentarios tachándola de racista y le costó su puesto como directora de comunicación de InterActiveCorp (IAC), una importante compañía que se encarga de gestionar la comunicación de portales como Ask.com o Vimeo.
La mayoría de las empresas no dudan en despedir a los trabajadores cuyos mensajes son contrarios a la política de la empresa, por ello es importante cuidar la reputación digital.
El punto 4, blog o página web, no es apto para todos. No a todos les gusta escribir o creen que no tienen nada interesante que contar a los demás, aunque los docentes tengan realmente mucho que explicar y compartir acerca de su trabajo.
Los menores de edad no tienen una vida profesional propiamente dicha. Aunque los estudios son su trabajo, no son muchos los que se deciden a poner en práctica sus conocimientos escolares, ya sea a través de un portafolio digital o mediante la participación en discusiones académicas. Los niños y adolescentes tienen puesta su mente en otros aspectos más propios de su edad como la autoafirmación frente a los demás o los juegos.
Estas normas permitirán la creación de una buena reputación que podrá ser favorable en un futuro inmediato.
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