Conclusiones

De todo lo dicho, se desprenden estos principios que sintetizan y resumen la intención del tema:

  • Reflexionemos sobre el proceso de evaluación: identifiquemos el qué, el cómo, el cuándo y el porqué.
  • Diversifiquemos los métodos. Recordemos que la cuestión es conocer lo que la/el alumno de hecho sabe, no si sabe expresarlo de una particular manera.
  • Entendamos la evaluación como un espacio de aprendizaje. Entendamos también la importancia de un feedback de calidad.
  • Seamos sistemáticos y justos en nuestros procedimientos. Disponer de plantillas de evaluación con enunciados operativos es la solución.
  • Discriminemos entre lo importante y lo imprescindible. Empecemos por lo imprescindible, entendiéndolo como criterio principal de evaluación y de promoción, y continuemos por lo importante.
  • Evaluemos conocimientos, actitudes, habilidades, procedimientos, etc., pero no capacidades. El alumnado con TDAH tiene una especial configuración de sus capacidades que, si bien puede ser entrenada, les limita en cierto modo y en algunos casos. Recordemos: no evaluemos su TDAH.

Las propuestas que hemos realizado no pueden ser tenidas en cuenta ni todas a la vez ni en todos los casos o, incluso, pueden no ser de nuestro agrado o no ajustarse a nuestra forma de trabajar. Sin embargo, hemos de entender que la adaptación educativa tiene también su aplicación en la evaluación y, por ello, debemos ajustar nuestros métodos a la realidad del alumnado.

En muchas ocasiones, las dificultades escolares del alumnado con TDAH y parte del fracaso escolar vienen explicadas simplemente por los métodos de evaluación. Debemos evaluar –pues, junto a la ayuda posterior, es la piedra angular del aprendizaje-, pero hagámoslo de manera que fomente el desarrollo de las y los aprendices y no constituya un simple juicio de su proceder.

 

diploma y birrete

 

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