
Veíamos anteriormente cómo las colecciones de las bibliotecas escolares se ven afectadas por la transformación digital, adquiriendo un carácter híbrido, debido a que los recursos documentales se localizan tanto en el espacio físico como en el virtual, en soportes físicos, digitales y electrónicos. De esta manera, la colección estará formada por:
Materiales que se ubican en el espacio físico del centro
- Documentos impresos. Su soporte es el papel y pueden ser documentos textuales, gráficos o una combinación de ambos: libros, revistas, carteles, mapas...
- Documentos electrónicos. Almacenados en soportes físicos (CD-ROM, DVD...), pueden tener carácter textual, gráfico o multimedia: enciclopedias, libros electrónicos, imágenes, discos, películas...
- Documentos digitales. Almacenados en soportes magnéticos u ópticos, se consultan utilizando un ordenador y su tipología es muy variada.
Atendiendo a su contenido, pueden ser obras de ficción, cuya proporción se aconseja que sea de un 30%, o materiales informativos, que constituirán el 70% restante para que el equilibrio de los fondos satisfaga las necesidades educativas.
Se deben evaluar, además, los siguientes aspectos: la calidad de los fondos, que debe primar sobre la cantidad; la variedad en cuanto a contenido y materias; si contienen información actualizada y de interés; su adaptación al currículo; su adecuación al alumnado, tanto en su nivel de complejidad como por su capacidad de respuesta a las necesidades educativas especiales.
Materiales que se ubican en el espacio virtual
- Documentos propios. Son materiales elaborados por el propio centro, accesibles desde cualquier ubicación mediante redes telemáticas.
- Documentos públicos. Materiales en la web que la biblioteca selecciona, filtra y organiza, tras un proceso denominado curación de contenidos, para ponerlos a disposición de la comunidad.
Se evaluará si la colección virtual está seleccionada con criterios de veracidad, relevancia y utilidad, si está bien organizada y si es fácilmente accesible.