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Homo narrator

La humanidad lleva desde siempre contando y oyendo historias. Muchos antropólogos piensan que es la ficción lo que nos hizo humanos: la habilidad para la fabricación de herramientas la compartimos con algunos animales, pero el modo en que usamos el lenguaje nos permitió emprender un camino en solitario. Los animales, que viven solo en el presente, se comunican, se seducen, se avisan de peligros, pero el hombre, en un momento determinado, empezó a hablar de lo que no existía: La ficción dotó de un sentido lo real. Y esto le permitió hacer planes, diseñar estrategias, prevenir peligros, estar preparado y aprovechar las circunstancias con las que podría sobrevivir en un mundo tan hostil. El homo sapiens, más vulnerable que los demás animales, comprendió que su supervivencia dependía de otra habilidad, de contar y oír historias, que lo protegían: saber cómo otros se libraban de la muerte lo ayudaba a sobrevivir, podía aprender de la experiencia ajena.

Por medio de los relatos nos explicamos la existencia; organizamos el tiempo con rituales y calendarios; creamos tabúes para organizar la vida en sociedad; trasmitimos el conocimiento... Fue el cuento la fórmula con la que dio el hombre para que todo el conocimiento fuera comprensible y transmisible: una fórmula eficaz y divertida, que puede repetirse una y otra vez, perfeccionarse con el uso.

Es la tesis de Ricardo Piglia para la prehistoria de los grandes modos de contar. La escribe en su ensayo Modos de Narrar: «Podemos imaginar que el primer narrador se alejó de la cueva, quizá buscando algo, persiguiendo una presa, cruzó un río y luego un monte y desembocó en un valle y vio algo ahí, extraordinario para él, y volvió para contar esa historia. Podemos imaginar, en todo caso, que el primer narrador fue un viajero y que el viaje es una de las estructuras centrales de la narración. [...] Pero podríamos pensar que hay otro origen del acto de narrar. Entonces podríamos imaginar que el otro primer narrador ha sido el adivino de la tribu, el que narra una historia posible a partir de rastros y vestigios oscuros. Hay unas huellas, unos indicios que no se terminan de comprender, es necesario descifrarlos y descifrarlos es construir un relato. [...] El viaje y la investigación como modos de narrar básicos, como formas estables, anteriores a los géneros y a la distribución múltiple de los relatos en tipos y en especies».

Y también la de Vladimir Nabokov: «La literatura no nació el día que un chico llegó corriendo del valle neanderthal gritando “El lobo, el lobo”, con un enorme lobo gris pisándole los talones; la literatura nació el día en que un chico llegó gritando “el lobo, el lobo” sin que le persiguiera ningún lobo. El que el pobre chaval acabara siendo devorado por un animal de verdad por haber mentido tantas veces es un mero accedente. Entre el lobo de la espesura y el lobo de la historia increíble hay un centelleante término medio. Ese término medio, ese prisma, es el arte de la literatura».