Alumnos vulnerables

Intrínsecamente unido al concepto de exclusión, se encuentra el concepto de vulnerabilidad. Se utilizó el término alumnos vulnerables, para tratar de evitar en todo lo posible el término necesidades especiales, por otra parte, tan cercano a todos nosotros. Compartimos con Ballard (1999) que el continuo uso de este término sigue haciéndonos asumir la división entre aprendices «normales» y «menos que normales» lo que, a la larga, inhibe el desarrollo de un análisis crítico sobre la inclusión. En su opinión, «la cultura de separar la educación especial de la ordinaria continuará mientras el término especial forme parte del vocabulario de la educación». (p.3)

Las necesidades educativas especiales, tal y como son entendidas hoy en día por muchos centros educativos, son categorías (tal y como exponía la concepción estática tratada en el segundo módulo), en vez de un concepto relacional referido a la construcción de un especifico conjunto de relaciones entre el aprendizaje del alumno y el sistema de escolarización.

Por medio de estas categorías grupales (NEE asociadas a discapacidad física, NEE asociadas a discapacidad sensorial, etc.) se corre el riesgo de percibir que el origen de las dificultades de aprendizaje está dentro de ese grupo de alumnos, con lo cual poco podría hacerse para proporcionar oportunidades educativas diversas para estos alumnos. Es lo que Oliver (1998) llama «teoría de la tragedia personal». Él utiliza este modelo para exponer la forma en que la sociedad explica las dificultades y proclama que este modelo legitima y perpetúa la injusticia social.

Son muchos los estudios que se han centrado en el efecto de «etiquetado» (labelling) tanto en el pensamiento y aprendizaje de los propios estudiantes así como en el pensamiento y práctica de los docentes. Es decir, cuando categorizamos pretendemos «crear diferencias», creyendo que la separación de grupos y la clasificación de categorías humanas pueden hacer más fácil nuestra práctica docente. Sin embargo, a veces no nos damos cuenta que no sólo categorizamos al niño sino también las expectativas de los profesores. Estas «necesidades educativas especiales» pueden llegar a ser «cadenas» metafóricamente hablando para los alumnos categorizados como tales.

Consecuentemente con estas etiquetas creamos de forma artificial diferentes tipos de estudiantes, les hacemos creer que ellos son diferentes y que por tanto su enseñanza también lo tiene que ser. Esta práctica ocasiona dos sistemas: uno de  «ganadores« y otro de «perdedores». A veces, la utilización de la etiqueta «necesidades educativas especiales» fomenta el análisis de las dificultades educativas fundamentalmente en términos de deficiencias y puede desviar la atención de otros aspectos del entorno que pueden ser causantes de las barreras al aprendizaje y la participación de los alumnos. Sin embargo,  el empleo del término «alumnos vulnerables» permite hacer referencia a todos los estudiantes vulnerables a las presiones de exclusión. Según Stubbs (2008), son muchos los grupos que pueden estar en riesgo de exclusión: niñas y mujeres, alumnos que viven en ámbitos rurales, alumnos con padres de trabajos temporeros, alumnos con enfermedad, alumnos con discapacidad, alumnos que viven en la calle, etc.