Un currículo para todos

Uno de los instrumentos básicos a la hora de plantearse cómo hacer realidad la inclusión es a través del enfoque, diseño y desarrollo del currículo escolar. Éste puede constituirse en un elemento favorecedor o, por el contrario, ser una barrera que dificulta las dinámicas de pertenencia y participación en la vida escolar de determinados alumnos, así como un impedimento para promover la igualdad de oportunidades de aprendizaje (Echeita, 2006).

El currículo escolar tiene que proporcionar oportunidades a los estudiantes para que todos logren los aprendizajes necesarios y desarrollen al máximo sus capacidades. Lo que se enseña y aprende en la clase dependerá de las características personales de cada alumno, de sus experiencias previas, valores y bagaje escolar.

Para hacer realidad un currículo de este tipo, éste debe alejarse de los planteamientos prescriptivos y rígidos, centrados en muchas ocasiones exclusivamente en el libro de texto.

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Los libros de texto son una ayuda didáctica para el profesor pero nunca puede ser la única. Fuente: Banco de imágenes del ITE


Se debe partir de la consideración de que cada alumno tiene su propia base de conocimientos, un ritmo de aprendizaje propio, diferentes expectativas e intereses, etc., por lo que difícilmente, a través de una única forma de concebir la cultura (currículo planificado de forma rígida e idéntico) y a través de un único libro (por muy completo que sea) se puede considerar las peculiaridades de cada alumno.

Según Arnaiz (2003), un currículo abierto a la diversidad de los alumnos no es solamente un currículo que ofrece a cada uno de ellos lo que necesita de acuerdo con sus capacidades, cultura o género. Ni tampoco es un currículo que incorpora alguna unidad didáctica relacionada con las distintas etnias, la igualdad social o el papel de la mujer, por ejemplo.
 
Es un currículo que se plantea a todos los alumnos para que cada uno aprenda quiénes son los otros y que debe incluir, en su conjunto y en cada uno de sus elementos, la sensibilidad hacia las diferencias que hay en la escuela.

El respeto y el reconocimiento de las diferencias culturales nos conduce a una  cuestión que señala Gimeno (2000) y que se constituye, en la actualidad, en uno de los debates más polémicos en educación: ¿qué cultura ha de ser la que nutra los contenidos de las escuelas?

A pesar del compromiso teórico de que el currículo sea un instrumento culturalmente plural, si no se logra que en la práctica del aula se descubran y valoren las diferentes culturas, siempre la cultura dominante eclipsará a otros acercamientos y manifestaciones culturales.

En los apartados siguientes profundizaremos en dos aspectos estrechamente relacionados a la hora de pensar en un currículo para todos los alumnos y que, por tanto, no excluya a ninguno. En un primer momento haremos referencia a la respuesta educativa desde el centro, para analizar, posteriormente, cómo podemos trabajar desde el aula.