Enseñar y aprender. Aprender y enseñar

La tesis fundamental en la que descansa nuestra perspectiva sobre la inclusión educativa – y por ello la estructura y enfoque de este curso – es que enseñar y aprender en una escuela para todos, en una escuela inclusiva es, en sí misma, una tarea sujeta a fuertes dilemas, sumamente compleja y difícil, entre otras razones porque la naturaleza de los problemas educativos a los que esta empresa debe hacer frente no se resuelvan simplemente con la aplicación más o menos rigurosa de alguna determinada «técnica» (Schön,1992), como si los problemas educativos fueran unidimensionales, precisos, neutros éticamente hablando, previsibles y, por todo, ello generalizables. Los problemas educativos son, por el contrario, multidimensionales (con derivaciones psicológicas, sociales y morales), inciertos (en cuanto a la respuesta más adecuada para resolverlos), sometidos frecuentemente a situaciones de «conflicto de valor» (lo que es bueno y deseable para unos alumnos puede no serlo para otros), imprevisibles en muchas ocasiones y simultáneos con otros problemas y, a la hora de la verdad, casos únicos y poco generalizables.

Al mismo tiempo tenemos también el convencimiento de que para pensar en cómo mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje relativos al alumnado en situación de desventaja en el marco de una escuela inclusiva,  no debemos hacerlo bajo la premisa de que en su caso tales procesos vayan a ser cualitativamente distintos a los que siguen el resto de los alumnos, sino con el convencimiento de que, en uno y otro caso, son los mismos y que, en lo fundamental, y desde el punto de vista de los modelos que pueden guiar la práctica educativa, la concepción o el modelo constructivista va a ayudarnos igualmente (Coll, 2001; Solé, 1990;).

Algunos de los parámetros que pueden orientar a los profesores para que a su vez puedan ayudar a sus alumnos en el proceso de aprende son:

  • La realización de aprendizajes significativos, esto es, la revisión, modificación, y enriquecimiento de los esquemas de conocimiento de los alumnos, es una construcción personal, que toma cuerpo en el marco de las relaciones interactivas que se establecen entre los protagonistas de la enseñanza - profesores y alumnos - alrededor de un contenido o tarea.
  • Es un proceso conjunto, cuya responsabilidad diferenciada recae en el profesor y en el alumno, y que requiere de la intervención de ambos para llegar a buen término.

Ello supone:
  • tener en cuenta las aportaciones y conocimientos previos del niño, tanto al abordar la tarea como en su curso,
  • ayudarle a encontrar sentido a lo que está haciendo,
  • estructurar la actividad de modo que esas aportaciones tengan cabida,
  • observarle, para que se pueda transferir de forma progresiva el dominio en relación en el contenido, y
  • procurar situaciones en que deba actualizar y utilizar autónomamente los conocimientos construidos.

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Los alumnos tienen que encontrar un sentido a lo que están haciendo. Fuente: www.escuela2.es
 
En este marco y sin tratar de restar un ápice a la importancia de las condiciones, los déficits o las dificultades individuales y específicas en los procesos de aprendizaje que el profesorado debe conocer, la gran aportación de la concepción constructivista es que nos obliga a pensar que las dificultades que presenta un alumno determinado también deben ser  analizadas en el contexto amplio de la situación de enseñanza-aprendizaje, de las relaciones profesor / alumno / contenidos que dicha situación implica y de la ubicación general del niño o el joven en el centro escolar.

Al mismo tiempo, en la medida que conocemos los factores que intervienen en la realización de aprendizajes significativos, podemos formular preguntas para guiar nuestra indagación sobre la situación de «no aprendizaje»:«.... el contenido que se presenta al alumnos: ¿Es lo suficientemente claro y preciso? ¿Dispone el niño de suficiente conocimiento previo relevante con que poder abordar ese contenido? ¿Favorece la presentación que se hace del mismo su significatividad? ¿Tiende el alumno a abordar los contenidos de manera superficial o a memorizar mecánicamente lo que se le propone?... ¿La actividad que se le presenta suscita su interés?
(Solé, 1990, pág. 68)

Una segunda cuestión sobre la que procede llamar la atención cuando hablamos de aprendizaje es, precisamente, la que apunta hacia el papel del docente en un proceso de construcción mental que parece básicamente individual. A este respecto, resulta oportuno recordar el hecho de que, desde la perspectiva constructivista, la enseñanza se concibe como un proceso de ayuda a la actividad mental del alumno, pero una ayuda «imprescindible» sin la cual el alumno no llegaría a construir por sí solo los nuevos conocimientos que  constituyen el currículo. Como nos recuerdan los expertos en estos temas Marchesi y Martín (1998), esta función mediadora del docente, entre el contenido y el alumno, se sitúa en el marco de los conceptos de zona de desarrollo próximo de Vygotski (1934) y de andamiaje de Bruner (1997) y sus colaboradores. Para hacerla efectiva son imprescindibles dos mecanismos básicos de influencia educativa: la construcción de significados compartidos y el traspaso de control.

El primero supone facilitar una aproximación progresiva entre las representaciones intrasubjetivas del profesor y del alumno. Se trata de partir de una definición inicial mínimamente compartida entr e los contenidos que le permitan al profesor ir «tirando» de estos primeros significados para llevar al alumno a otros más avanzados, en el sentido de más próximos a los saberes culturales establecidos en el currículo.

El segundo mecanismo de influencia educativa, el traspaso progresivo del control, se fundamenta en la necesidad de tener en cuenta el nivel de partida de los alumnos y de ir variando la ayuda en función del progreso de la competencia que estos van adquiriendo a lo largo del proceso de enseñanza y aprendizaje, hasta un punto en que la ayuda desaparece y el alumno es capaz de realizar la tarea por sí mismo. La autonomía y la autorregulación del aprendizaje, en otras palabras, la famosa capacidad de «aprender a aprender» exige, precisamente, este traspaso del control y de la responsabilidad (Marchesi y Martín, 1998).

Este enfoque del aprendizaje  y la enseñanza es coherente con  la perspectiva que adoptan los que nos están ayudando a promover e implementar lo que se llamado «aprendizajes significativos», una tarea para la cual resulta de enorme utilidad asimilar y seguir las propuestas que, entre otros, nos propone Antoni Ballester Vallori, profesor de la Universidad de las Islas Baleares.
Sobre la base de estos principios y con la experiencia directa que proporciona un amplio y dilatado tiempo de trabajo colaborativo con profesores y profesoras en muchos centros de diferentes países, se han podido extraer unas condiciones que favorecerán un mejor desarrollo del trabajo en el aula, esto es, del aprendizaje de todos los alumnos o alumnas y que mostraremos a continuación.