¿Qué podemos hacer?

Participación de la familia

Una vez realizada la reflexión anterior, pero no antes, estamos en condiciones de pensar en cómo podemos mejorar la participación de las familias de nuestro centro. No obstante, no debemos olvidar que el análisis de barreras y facilitadores (Módulo 3), en este caso relacionados con la participación de las familias, forma parte de un proceso continuo de evaluación, reflexión  y mejora. Es importante delimitar qué queremos conseguir y transmitirlo con claridad a las familias, implicándolas en la medida de lo posible en el proceso, tanto en la valoración de su colaboración como en las propuestas de mejora.

En este sentido, a la hora de promover proyectos inclusivos,  como  punto de partida deberíamos tratar de:
  • Informar a las familias sobre qué es la inclusión y qué estamos haciendo, especialmente en los casos en los que las familias llegan por primera vez al centro. Buscar los foros más adecuados para hacer esto, como pueden ser  reuniones, grupos de discusión, jornadas,  e incluir este aspecto en nuestra planificación.  
  • Elaborar pequeños folletos u otros documentos en los que se explicite el sentido de la inclusión  y se den ejemplos.
  • Escuchar la «voz» de las familias de nuestro centro estableciendo mecanismos concretos para ello.
  • Determinar qué queremos cambiar y detallar los pasos concretos para llevarlo a cabo en el conjunto de las actividades del centro, implicando a las familias en esta reflexión, así como en las decisiones que adoptemos.

escuela 2 Valencia
Información de la Escuela 2 (Valencia) sobre la participación y el papel de las familias. Fuente: www.escuela2.es

  • Intentar ir más allá de las propuestas más tradicionales de implicación de las familias teniendo en cuenta las particularidades de cada contexto.
  • Establecer cómo haremos el seguimiento, lo que implica determinar los criterios para valorar si hay mejoras, decidir quién coordinará este proceso y determinar en qué momento haremos este seguimiento.

Por otro lado, Comellas (2009 pp. 57-58) nos ofrece una síntesis de aquello que deberíamos hacer y evitar para fortalecer los lazos de colaboración entre las familias y la escuela:

Lo que deberíamos hacer ...

  • Hablar de forma periódica y continuada entre la familia y escuela sin angustias y sin prisas.
  • Llevar a cabo reuniones entre familia y escuela no vinculadas a situaciones concretas más o menos problemáticas sino incorporadas y programadas.
  • Comentar el día a día con niños y adolescentes, con padres y madres, tutores y tutoras, de modo más continuado para no llegar a conocer los comportamientos que no son positivos de forma causal.
  • Desarrollar actitudes de respeto que solamente se pueden construir hablando, reconociendo la diversidad de centros y modelos familiares y profundizando en mayor conocimiento, lo que no quiere decir compartirlo todo.
  • Tener interés en compartir acuerdos básicos con la escuela.

Lo que no deberíamos hacer ...

  • Crear barreras entre las familias ni entre las familias y la escuela, con desconfianzas y poca comunicación.
  • No dar credibilidad a las familias o a la escuela ya que se crea un espacio de oscuridad que deja sin respuesta educativa a niños y jóvenes.
  • Perder la comunicación con diferentes medios por no disponer de tiempo para hacer concordar los recursos personales y profesionales.
  • Pensar que para educar a nuestros hijos e hijas no hace falta compartir criterios con el centro educativo.