¿Qué es evaluar? Conceptos básicos

4. Tipología de la evaluación

4.1. La evaluación según su funcionalidad

De acuerdo con las funciones que asignemos a la evaluación, destacamos dos que resultan especialmente beneficiosas para el ámbito educativo: la sumativa y la formativa, descritas inicialmente por Scriven (1967).

La evaluación sumativa

La evaluación sumativa es la que se aplica para valorar productos o procesos que se consideran ya terminados, con realizaciones o consecuciones concretas y valorables. Su finalidad, por tanto, es determinar el valor de ese producto final (sea un objeto o un grado de aprendizaje), decidir si el resultado es positivo o negativo, si es válido para lo que se ha hecho o resulta inútil y hay que desecharlo. Dado que se parte de que el producto está terminado, no se pretende mejorarlo de forma inmediata (no es posible), sino valorarlo definitivamente. En el ámbito educativo se pueden tomar medidas de mejora a medio y largo plazo, pero no es factible intervenir en el camino e intentar modificar lo necesario para variar el final alcanzado. Se aplica en un momento concreto y final, cuando es preciso tomar una decisión en algún sentido.  

Por su propia definición, no parece el tipo de evaluación más apropiado para valorar los procesos de aprendizaje, por lo que la aplicación de exámenes frecuentes (evaluación continua = exámenes continuos) no se puede identificar con un modelo pertinente al propuesto en el sistema. El mantenimiento de la evaluación como instrumento comprobador, sancionador y de poder no ayuda a que toda la población desarrolle sus capacidades y adquiera las competencias propuestas.

Dado que el aprendizaje no es una simple acumulación de datos, destrezas, actitudes…, sino la construcción de una inteligencia crítica y creadora que supone, en todos los casos, una progresiva modificación de conductas, la evaluación sumativa -frente a la continua y formativa- solo registraría la fragmentación artificial y negativa de un continuo; sería como querer evaluar la calidad de las aguas de una corriente deteniendo el río cada cien metros. Los aprendizajes no se suman unos a otros, sino que se apoyan, reestructuran el saber y el hacer del sujeto, conforman el ser que es cuando ha aprendido a serlo. Un proceso, por tanto, no se debe evaluar como si estuviera compuesto por compartimentos estancos por el simple hecho de que resulte más fácil o constituya una rutina que se aplica y se acepta socialmente sin reflexión alguna, sino que hay que adaptar la evaluación a las características del grupo y de los aprendizajes y no a la inversa.   

Ejemplos claros de evaluación sumativa son la que se realiza cuando se selecciona un libro de texto o la que se pone en práctica en una prueba de acceso a la Universidad. Se realiza una valoración única y se decide la utilización o no del libro o se aprueba o suspende el acceso a la Universidad. Por el momento, no hay otras opciones viables.

La evaluación formativa

La evaluación formativa, por su parte, es la que evalúa procesos (de funcionamiento general, de enseñanza, de aprendizaje), lo que implica la necesidad de disponer de datos continuos y rigurosos acerca del desarrollo de ese proceso, de manera que sea posible la toma de decisiones inmediata para avanzar con seguridad hacia la consecución de las metas previstas. Se deduce, así, que su finalidad es mejorar o perfeccionar el proceso que se evalúa.  Y, en buena lógica, si mejoran los procesos deberán mejorar los resultados, ya que cualquier resultado es consecuencia de un proceso; es decir, que no se puede acusar a quien defiende la evaluación formativa de que no le importa el resultado, sino que, al contrario, todo el que quiera elevar el nivel de los resultados tendrá, obligadamente, que perfeccionar los procesos mediante los que llegar a los objetivos deseados.  

Es evidente que este planteamiento exige prever la evaluación desde el comienzo del trabajo, nunca al final, cuando ya lo conseguido (o no) resulta inamovible, no tiene fácil solución. La evaluación es otro elemento curricular que debe contribuir a la consecución de las competencias previstas, por lo que en el primer momento en que están definidos los objetivos y las competencias de un proyecto o una unidad didáctica, hay que prever qué es lo que tenemos que evaluar y cómo debemos hacerlo, pues esto derivará en decisiones importantes sobre la metodología (estrategias, actividades y recursos) y nos permitirá valorar lo importante del proceso emprendido y los aprendizajes logrados.  

En la figura 2 se presenta una comparación entre la evaluación sumativa y la formativa, que concreta sus diferencias principales.

Figura 2. Evaluación sumativa y formativa
Evaluación formativa Evaluación sumativa
Es aplicable a la evaluación de procesos Es aplicable a la evaluación de productos terminados
Se debe incorporar al proceso como un elemento integrante del mismo Se sitúa al final del proceso, cuando este se considera acabado
Su finalidad es mejorar el proceso evaluado Su finalidad es determinar el grado en que se han alcanzado los objetivos previstos, valorando positiva o negativamente el producto conseguido
Permite adoptar medidas de carácter inmediato Permite tomar medidas a medio y largo plazo

Fuente: elaboración propia. Licencia Creative Commons  BY-SA 4.0.

La evaluación formativa exige continuidad, por eso se suele considerar en un mismo bloque la evaluación continua y formativa; lo contrario no tendría sentido, como ya se indicó anteriormente. Esa reflexión y valoración permanente de los hechos educativos permiten el ajuste de los mismos en el momento en que se producen, sin esperar a tiempos futuros donde la única solución que se ofrece al alumnado es “recuperar”. Recuperar, ¿qué? Si nunca lo ha tenido, no hay nada que recuperar y mucho menos el tiempo pasado, que no es recuperable para nadie. Es una gran responsabilidad docente el aprovechar ese tiempo que no vuelve y que debe ser utilizado en todo momento para que el alumnado se interese por lo que le rodea, sienta curiosidad por aprender y asuma su protagonismo en la carrera de la vida que tiene por delante.   

 La evaluación es un factor determinante para que el enfoque general de los procesos de enseñanza y de aprendizaje y del sistema global se dediquen a alcanzar lo importante de la educación, sin perderse en objetivos menores. El poder ajustar el proceso a las peculiaridades del alumnado deriva, nada más y nada menos, en que se flexibiliza el sistema y se adapta a cada alumna y alumno, y no obliga, como siempre, a que sean estos los que deban adaptarse a un modelo rígido que excluye a muchos, en primer lugar, del sistema educativo y, en segundo, de la sociedad.  

Si se aplica la evaluación formativa aprovechando todas sus virtualidades, se evidenciarán sus aportaciones a la mejora de procesos y resultados y será palpable la mayor consecución de competencias y objetivos; es decir, se reducirá -con seguridad- el “fracaso escolar”, dado que cada alumno será atendido personalizadamente y alcanzará sus “aprobados” habiendo adquirido realmente los aprendizajes previstos.

Vídeos sobre evaluación formativa. 

Canal EL Education. (4 octubre 2016). La mariposa de Austin[Archivo de Vídeo].Youtube. 
Vídeo en inglés con subtítulos en español. Duración 6 minutos.  

Se puede ver una versión subtitulada en el Canal de Ramiro Massaro