¿Qué es evaluar? Conceptos básicos

4. Tipología de la evaluación

4.5. Consideraciones finales

Terminemos este módulo inicial con unas reflexiones globales sobre las implicaciones que se desprenden de lo expuesto hasta ahora. 

La calidad de la educación depende, en buena medida, del modelo y la rigurosidad de la evaluación. Y evaluar no siempre resulta fácil, pero siempre es ineludible. La evaluación es compleja porque desemboca no solo en asumir, sino en rechazar muchas posibilidades y la abundancia de posibilidades implica una drástica y, a veces, dolorosa selección. Por eso, quizá, resulte más fácil rechazar con certeza que asumir con dudas. Una vez más, por ello, hay que insistir en las ventajas de valorar no solo lo negativo (claramente rechazable), sino todo lo que de positivo aparezca durante el proceso educativo: analizar las ventajas de todo lo realizado ofrecerá criterios válidos en los que apoyar las decisiones en uno u otro sentido.  

Al igual que un automovilista se juega la vida en una maniobra, un médico pone en peligro la salud de una persona al emitir un diagnóstico o tratamiento o un juez decide la libertad o prisión de un acusado, el profesor pone en peligro la adecuada educación de su alumnado con juicios demasiado indulgentes o exigentes, en cualquier caso, muy subjetivos o poco ponderados. Entendamos, pues, que la libertad individual que todo profesional debe tener en el desempeño de su trabajo no puede implicar el ejercicio de la arbitrariedad. Por eso, si la evaluación debe ser objetiva, hay que convencerse de que será más objetiva cuanto más colegiada, ya que las diferentes subjetividades se objetivan al ser contrastadas con las del resto de profesionales implicados y, por supuesto, apoyadas en criterios previamente establecidos. 

Enseñar puede ser fácil. Lo difícil es enseñar bien. Enjuiciar a alguien puede hacerse apresuradamente, pero evaluar a una persona o un proceso educativo completo es una tarea seria y compleja. El denominado “fracaso escolar” esconde a un número de personas concretas que se han malogrado desde el punto de vista educativo. ¿Qué fábrica o qué agricultor aceptaría desechar un 30% de su producción? ¿Qué sistema sanitario daría por buena una mortalidad del 30% de los pacientes? Ya ha quedado dicho: descalificar o suspender será más fácil que reorientar, reenseñar para que alguien aprenda lo que antes no hizo. Este planteamiento excluye a un docente repetitivo, casi mecánico; exige un docente flexible, creativo, innovador, evaluador, conocedor de que hay muchos y distintos caminos que conducen a la meta deseada. El conocimiento, las destrezas y las actitudes no son algo que se posee o no, sino un hacerse, desarrollarse, conformarse permanentemente, aunque también puede ser un olvidarse, perderse, bloquearse o inhibirse. El sujeto que aprende no es un ordenador al que deba instalarse un programa, sino un ser inteligente que se debe formar para ser libre y asumir sus responsabilidades. Y para ser libres y responsables hay que saber evaluar y así tomar decisiones apoyadas en criterios válidos y fiables, por eso es fundamental que el alumnado también aprenda a hacerlo. Conocer, juzgar, valorar…, son palabras sucesivas en un proceso educativo en el que el sujeto madura equilibradamente para saber, saber hacer y saber ser con los otros.