2.2. Experiencias y factores de éxito y continuidad

2.2.2. Investigación “Experiencias y trayectorias de éxito escolar de gitanas y gitanos en España”

6. Situación de encrucijada. Interacción y dinamicidad

A mí me preguntó un juez

que de qué me mantenía.

Y yo le dije:

Robando,

como se mantiene usía,

aunque yo

no robo tanto.

(Bizco Amate: A mí me preguntó un juez, fandango)

Yo soy gitano,

Madre del alma,

Es mala suerte

No tener cama. […]

Yo soy gitano,

Gitano bueno.

Qué frío hace

Cuando es invierno.

Madre del alma,

Nací gitano,

Si no soy bueno

Será por algo.

(José Heredia Maya:Camelamos Naquerar”)

Los guerreros del fracaso

ya se asoman por mi mente. […]

Pasajero sin billete,

polizón en alta mar,

rumbo a lo desconocido,

para de nuevo empezar.

Ellos siempre ganarán,

yo nunca podré vencerles

y es la triste realidad

que me hace llorar,

que pasea por mi mente.

(Tijeritas: Los guerreros del fracaso)

¿Quién me puede asegurar

que los gitanos te engañan

y no lo hacen los demás?

El que roba una gallina

tiene seis meses de cárcel;

el que roba cien millones,

con fianza, va a la calle.

Sabe engañar a la gente

el gitano porque es listo;

pero no ha habido ninguno

que haya llegado a Ministro.

(Peret: Quién me puede asegurar, rumba)

Al analizar las experiencias y trayectorias de los gitanos y gitanas con continuidad académica se puede constatar que las familias gitanas se encuentran en una situación de múltiple encrucijada:

  1. Encrucijada en lo relativo al papel de hombres y mujeres: apostar por la igualdad de las personas de ambos sexos o, por el contrario, preconizar como cultural e idiosincrásico suyo y motivo de orgullo el que las mujeres desempeñen un rol limitado al cuidado de la casa e hijos/as.
  2. Encrucijada en cuanto a la escolarización: tomar una postura activa en la escolarización de sus hijos/as y en su continuidad académica o, en cambio, con-formarse con una escolarización breve, argumentando que no son bien aceptados, que les van a discriminar igualmente en el trabajo con o sin títulos, y que estudiar no es lo suyo.
  3. Encrucijada en cuanto al cambio cultural: apostar por la inclusión aditiva, pluricultural -que no tiene por qué implicar renuncia a ser gitanos/as, sino asunción de cambios adaptativos y de identificaciones múltiples- o, por el contrario, entender que -dadas las circunstancias de etiquetaje de que son objeto- la única opción viable es la reclusión en el propio grupo y la desconfianza hacia cualquier cambio de sus pautas tradicionales.

El paso por el sistema escolar acentúa esta situación de múltiple encrucijada. Y es obvio que los contenidos del sistema de género se transforman inevitablemente con la continuidad educativa. Y, naturalmente, en la medida en que tiene que ver con la pérdida de privilegios, este proceso de aculturación lo protagonizan de forma más decidida las mujeres, como viene sucediendo en todas las sociedades y grupos culturales del mundo. En este sentido,las asociaciones de mujeres gitanas que en las últimas décadas se han ido creando en nuestro país constituyen una forma organizada de análisis, de mutuo apoyo y de referencia y presión para el cambio hacia una mayor igualdad en los roles de ambos géneros sin tener que renunciar a su propia identidad étnica (y sin dejar por ello, sino todo lo contrario, de luchar también contra el antigitanismo y la desigualdad estructural que sufren a menudo las personas de su pueblo).

Y es evidente también que tanto las expectativas escolares como las relaciones de género son dinámicas y varían en función de la época histórica y del contexto. Las personas de minorías étnicas tienen (como todos) sus ritmos, pérdidas, negociaciones... según lo rentable que se vea. No hay rasgos que sean estructurales y estáticos, sino que cambian para dar respuesta al medio cambiante y según el margen de maniobra que éste les permite. Nos hacemos nuestras cuentas en función de las posibilidades que vemos. Cada cual irá realizando su trayectoria particular, en la que los condicionantes de clase social, etnia, género y época histórica tendrán su peso y su influencia mutua.

Los pioneros y pioneras constituyen un referente para otros y otras que vienen detrás y, gracias a ellos/as, el camino de éstos/as será más sencillo. Pero el precio que tienen que pagar es el de la soledad en ese recorrido en el que son la avanzadilla. Ricardo Borrull (maestro gitano jubilado y presidente de la Asociación de Enseñantes con Gitanos), en su artículo Una generación de solitarios (2004), analiza la trayectoria vital de los gitanos con estudios universitarios (partiendo de su propia experiencia y la de otros gitanos titulados y pensando en el futuro de sus hijas) y pone de manifiesto que los jóvenes gitanos que han continuado estudiando hemos sufrido, sobre todo las mujeres, para poder llegar a terminar la carrera y que ha supuesto una experiencia más dura aún en el caso de las chicas que en el de los chicos: las primeras gitanas lo pasaron tan mal, cuando su identidad se les ponía en duda, cuando ningún gitano mozo se atrevía a acercarse a ellas o simplemente se ponía en duda su honorabilidad por el hecho de haber estudiado...

Muchas de las chicas gitanas que deciden seguir estudiando se han encontrado con un camino apenas transitado hasta hace unos años por mujeres gitanas, y ese ser pioneras les ha supuesto seguir un estilo de vida extraño para su entorno más próximo, con diversidad de críticas y presiones en su medio y también de señalamientos por algunos de sus pares de los grupos sociales mayoritarios, sobrecarga, altas concesiones (éxito triste: Bertran, M. & Ponferrada, M. & Pàmies, J., 2014) y falsos dilemas (O estudias y te apayas o mantienes tu gitaneidad; Te toca defender la gitaneidad en el mercado laboral y demostrar que no te apayas en el barrio, como señalaba hace poco Paqui Perona, mediadora intercultural)… lo cual constituye a menudo una fuente de soledad, sufrimiento y desazón interna, e incluso en ocasiones de auténticas crisis personales.

Ahora bien, las expectativas de las familias gitanas ante la educación han aumentado mucho en las últimas décadas. Lo cual supone que desde la propia familia y comunidad se están generando unas mayores aspiraciones académicas, vistas como orgullo y no como señalamiento. Así lo subraya Ricardo Borrull en el citado artículo, que considera que ya desde hace dos o tres décadas se está produciendo el inicio de un cambio transcendental por parte de los gitanos: La familia que tiene un hijo o una hija que está estudiando o ha terminado su carrera, se pone una medalla, si antes era una buena familia, ahora esta nueva situación lo confirma aún más [...] se pasa de ser una familia descatalogada por permitir que sus hijos estudien, a ser y a mantener la categoría de buena familia. Constata, sin embargo, con dolor cómo sus hijas en el colegio algún día, en algún momento determinado, para sus compañeros, son las gitanas piojosas, etc.

… Ha pasado más de década y media desde que concluimos esta investigación y en este tiempo las desigualdades de género se han ido reduciendo en el conjunto de la sociedad y también entre las familias gitanas. Es un tema en el que se ha producido una sensible evolución, como demuestra, por ejemplo, el que en la composición del Gobierno de España en las dos últimas legislaturas haya tantas mujeres como hombres (algo inaudito e inédito en nuestro país todavía a principios de este siglo) y, dentro del pueblo gitano, el que la dirección del Consejo Estatal del Pueblo Gitano la ostente una mujer (algo igualmente inverosímil a principios de este siglo) y el hecho de que en la actual legislatura haya dos mujeres gitanas diputadas y una senadora (además de un diputado gitano).

Así pues, estas encrucijadas de las familias y jóvenes gitanos/as no tienen lugar en el vacío o sólo dentro de los propios grupos y comunidades, ni son unidireccionales. Las decisiones de las familias y de las y los estudiantes gitanos les incumben a cada uno/a de ellos ineludiblemente (en cuanto siempre se cuenta con un margen de acción y en circunstancias similares algunos jóvenes y algunas familias optan por la continuidad escolar de sus hijos e hijas, y otras no), aunque sus opciones por unos u otros caminos se hallan condicionadas por el contexto socio-económico y laboral, urbanístico y vecinal, y, lógicamente, por el propio contexto escolar en el que se desenvuelven sus vidas; es decir, por la mayor o menor viabilidad de una aculturación aditiva o de acomodación sin asimilación (Margaret Gibson, 1988).

Quiero aquí hacer referencia a un libro reciente –en el que he colaborado- que considero sumamente revelador en cuanto a la evolución del rol de las mujeres gitanas en la actualidad: Relatos de mujeres gitanas ribereñas. La lucha por un futuro mejor (2019). En él 60 mujeres de la Ribera burgalesa, de distintas edades, van plasmando sus respectivos puntos de vista. Son unos relatos en los que se aprecia una enorme diversidad (por ejemplo, entre ellas hay solteras con más de 40 años, casadas con gitanos, casadas con payos, divorciadas, viudas…) pero en el que hallamos también varios temas que se plantean de un modo recurrente y consistente:

  1. Son personas enormemente trabajadoras y que consignan el empleo remunerado como algo primordial, también para ellas.
  2. Rebeldía y sentido crítico frente a todas las discriminaciones e injusticias, y tanto contra el patriarcado como contra el racismo y antigitanismo.
  3. Apuesta por los estudios y confianza en los mismos como valor de promoción social y puerta de la libertad. Este es un aspecto en el que existe una total unanimidad y sobre el que se insiste mucho y para ambos sexos:
  4. Tengo cuatro hijos y lo que quiero es que estudien mucho para que el día de mañana sean algo en la vida.

    Si tuviera que dar un consejo a la juventud gitana les diría que estudien y tanto los chicos como las chicas.

    Mi nieta mayor quiere ser médica y voy a ayudar en todo lo que pueda para que lo consigav.

    Yo estoy muy orgullosa de que mi hija se haya sacado sus títulos.

    Que estudien, porque antes no le dábamos importancia, pero ahora sin tener un título no puedes encontrar trabajo y sin trabajo, no eres nada.

    Estamos luchando para que nuestros hijos sean más que nosotros, que tengan un futuro, su carrera y que puedan elegir los trabajos que quieran. Y lo mismo los chicos que las chicas. Para eso tenemos que hacer la procura de que estén escolarizados y sigan estudiando.

    Los estudios son fundamentales para poder tener opción a desarrollar la mente y comprender mejor el mundo y también para poder tener opción a más y mejores trabajos.

    Y lo que sí que veo también es que a los hijos hay que inculcarles que estudian porque es por su bien y porque así el día de mañana podrán abrirse camino en la vida; porque decirles nada más que tienen que ir al colegio porque es obligatorio o porque si no, perdemos la paga o cosas de ese estilo realmente no les ayuda a implicarse en los estudios. Tiene que ser que vean que les conviene, que es un bien para ellos. Yo quiero que el día de mañana mis hijos no sigan esa línea que yo he seguido de estudiar poco, sino que estudien y se saquen sus títulos y su carrera, y tanto si son chicos como si son chicas.

    Señalan que en el pasado en muchas ocasiones dejaron los estudios por falta de medios y/o porque en otras épocas no se veía viable para unas gitanas. Y que es algo que lamentan:

    Soy la mayor de cinco hermanos, por lo que asistí poco al Colegio, había que ayudar en casa cuando nuestros padres salían a trabajar.

    Pero no pude seguir estudiando, porque fallecieron mis padres siendo muy pequeños mis hermanos […]. Y, por eso, tuve que dejar los estudios y ponerme a trabajar. Yo quería haber seguido estudiando, pero en casa necesitaban mi ayuda.

    Tengo una chica […] y sólo la tuve en el colegio hasta los 12 o 13 años; no la dejé seguir y eso que ella quería continuar y estudiar […]. Y es algo que me pesa. Pero hace 14 años las costumbres eran distintas. Y caí en el mismo error en el que mis padres cayeron conmigo. Hoy la hubiera dejado; pero entonces no era frecuente que una chica gitana siguiera estudiando una vez que estaba desarrollada. Y a mi chica la pesa y todavía me lo echa en cara. Veo claro que fue un error y es algo de lo que me arrepiento totalmente. Y para mis nietas quiero que estudian todo lo posible y sin diferencia con los chicos, y mi hija lo quiere así también

    Plantean que los centros escolares pueden ser un lugar privilegiado para la convivencia interétnica y de coeducación y educación intercultural y antirracista:

    La escuela está ayudando mucho, porque los niños se conocen mejor. A mi hijo […] le llaman a sus casas los compañeros o vienen a la nuestra para hacer trabajos y se llaman para salir a jugar.

    Yo creo que la juventud no es tan racista ni tan machista: están más juntos en el colegio y, por ejemplo, nuestro sobrino sale con los demás del instituto, se llevan muy bien, chicos y chicas, van a merendar juntos… y tiene muchos amigos y amigas.

  5. Afán de superación, de lucha y esperanza. Son mujeres que luchan día a día por un futuro mejor. […] Se percibe aspiración de progreso. […] Y la crítica contra las injusticias sufridas no evita que apelen también a la autocrítica y a la propia lucha por su promoción y equiparación de derechos, por su empoderamiento.
  6. Estos relatos también nos hablan de la evolución, enormemente positiva, de la situación de la mujer en estas últimas décadas: mayor libertad en general y en aspectos tales como: en la elección de pareja y también para separarse cuando no es bien tratada por el marido; para hablar en público; para salir fuera de casa e ir al bar o de merienda con las amigas; mayor grado de promoción, formación y autorrealización personal: mayor continuidad en los estudios académicos (algunas retoman los estudios ya de adultas) y realización de cursillos de formación, obtención del carnet de conducir; más trabajo fuera de casa, etc. En muchos de estos testimonios se insiste en que la evolución tiene que continuar.

    Pero se ven reflejadas también dudas, encrucijadas y dilemas y algunas opiniones algo distintas. Hay disparidad de opiniones sobre la conveniencia de que las chicas salgan a estudiar fuera (algo sobre lo que no se duda en el caso de los chicos), así como sobre el matrimonio interétnico y sobre otros aspectos relativos a la buena fama de las jóvenes. Y también en algunos casos, aun cuando existe un posicionamiento explícito en contra del machismo, no se cuestionan las figuras del ama de la casa para la mujer y del “cabeza de familia” para el marido, aunque esto ocurre sobre todo entre las de mayor edad.

    Estas gitanas critican también la discriminación por la mezcla de racismo/antigitanismo y falta de formación académica:

    Mucha gente no quiere verlo y dice que no hay racismo, que somos nosotros los que nos marginamos, pero yo lo he sentido y lo he vivido: que cuando he ido a entregar un currículum, parte por no tener estudios y parte como vivía en un barrio marginal… se juntaban las dos cosas y, en cuanto salía de la tienda, rompían mi solicitud.

    Por eso hemos señalado que estas encrucijadas de las familias y alumnado gitano no se producen de un modo descontextualizado, sino que también nos conciernen, de alguna manera, al resto de las personas e instituciones.

    El dilema que nos pone sobre la mesa la escolarización del alumnado gitano es en qué medida estamos dispuestos a apostar cotidianamente (en el ámbito social y en el escolar) por la convivencia y cooperación, por la inclusión y cohesión social. Porque, si bien las decisiones de las familias y de las/os estudiantes gitanos les incuben a cada uno/a de ellos/as, su opción se halla condicionada por su contexto, incluido el escolar, por lo que el éxito y continuidad en los estudios de estos niños/as y jóvenes gitanos/as se ven favorecidos cuando cuentan con apoyos y mensajes inequívocos de competencia y de pertenencia, de vinculación académica y social. Por consiguiente, el paso por la institución escolar del alumnado gitano constituye también una encrucijada para los profesionales que trabajamos con ellos/as. Esta situación nos interpela, nos cuestiona. Y, por eso, como veremos en el siguiente bloque de contenidos, nuestro rol docente tiene que tener un componente de escucha, empatía, acompañamiento y apoyo personalizado. De saber analizar nuestros propios condicionantes (de clase social, de inercias profesionales, de prejuicios latentes en nuestro medio, etc.) Y de comprender sus dilemas y encrucijadas, apoyar sus sueños y ayudarles a reducir los posibles obstáculos para la continuidad escolar.