1.1. Perspectiva diacrónica o histórica

1.1.1. Historia del Pueblo Gitano. La historia de una marginación silenciada

5. Etapas del pueblo gitano en España

Según la historiadora Mª Helena Sánchez Ortega, la historia gitana en España (o la historia de su relación con el resto de la sociedad en los reinos de España) puede dividirse en cuatro periodos:

5.1. Primera etapa: "Periodo Idílico" (1425-1499)

Va desde la aparición del primer documento donde se hace mención al pueblo gitano, en 1425 (cuando Alfonso V de Aragón concede una carta de paso a don Juan de Egipto Menor), hasta la adopción de la primera medida represiva hacia los gitanos y gitanas en España, la pragmática emitida por los Reyes Católicos en 1499.

Primer documento de la llegada de los gitanos
Primer documento de la llegada de los gitanos a España. Archivo de la Corona de Aragón, en Barcelona.

No es fácil calcular cuántos fueron los gitanos y gitanas que emigraron a España desde Centroeuropa, pero las estimaciones de diversos estudios históricos señalan que no fueron más allá de mil o dos mil personas las que cruzaron los Pirineos como peregrinos a inicios del siglo XV (David Martín, 2018). Viajaban en grupos de en torno a un centenar o centenar y medio de personas, liderados por un hombre.

Los gitanos fueron bien recibidos por su condición de peregrinos, nobles y refugiados religiosos, amparándose en los salvoconductos emitidos por el Papa, los monarcas y nobles, gracias a los privilegios que le otorgaba su condición de peregrinos (en un ambiente de fuerte religiosidad cristiana, alimentada por siglos de lucha contra el Islam en la península), lo cual les permitió aumentar así sus perspectivas de supervivencia (id.). Es una etapa en la que se les contempla entre el asombro de la población general y la hospitalidad de la nobleza (Pedro Prior, 2017). Si bien, a partir de mediados del siglo XV comenzaron a producirse conflictos internos entre los diferentes grupos de egipcianos y grecianos, y entre estos y las diferentes poblaciones que frecuentaban, que comenzaron a elevar protestas a las cortes castellanas y aragonesas, quejándose de los daños que hacían. Por esta razón, el historiador Manuel Martínez prefiere llamar a este periodo, en vez de “idílico”, de “exploración y peregrinaje” (Manuel Martínez, 2016).

5.2. Segunda etapa: "Periodo de Persecución" (1499-1633)

Los Reyes Católicos, conscientes de que la presencia de los diferentes grupos gitanos en el reino iba a ser permanente y atendiendo a las reiteradas quejas de sus vasallos, decidieron poner coto a la libertad que disfrutaban, y promulgaron el 3 de marzo de 1.499 en Madrid, la primera pragmática antigitana en el ámbito del reino de Castilla (Manuel Martínez, 2020 d), con la daba comienzo un largo periodo de persecución:

Los egipcianos y caldereros extranjeros, durante los sesenta días siguientes al pregón, tomen asiento en los lugares y sirvan a señores que les den lo que hubieren menester, y no vaguen juntos por los reinos; o que al cabo de esos sesenta días salgan de España, so pena de cien azotes y destierro perpetuo la primera vez, y de que les corten las orejas y los tornen a desterrar la segunda vez que fueren hallados.

[1]


Real Pragmática firmada por los Reyes Católicos
Real Pragmática firmada por los Reyes Católicos en Madrid, en 1499.

Se produce en un contexto de una política social de la Reina Isabel y el Rey Fernando orientada hacia el centralismo y la homogeneización cultural y religiosa para el nuevo estado europeo y, como consecuencia de ello, de expulsión de otras minorías residentes en España (judíos y moriscos). Más tarde, en 1510, las cortes de Aragón se sumarían a la represión, aplicando la pena de azotes y destierro a aquellos que contravinieran lo dispuesto (Manuel Martínez, 2019 c).

Con éstas y las siguientes medidas de opresión se pretendía la asimilación del pueblo gitano (se ordenaba que abandonaran su lengua, su forma de vestir y sus costumbres), que limitaran sus movimientos y asentamientos, que sirvieran a un señor y que tomaran un oficio y que no supusieran una competencia para los no gitanos en ciertas profesiones. Se les amenazaba con expulsión inmediata y con castigos corporales y esclavización. Se trata del período donde los gitanos estaban tratando de buscarse un puesto en la sociedad española, y esto explica la dureza de los enfrentamientos entre los gitanos, nómadas y los campesinos. El eco de estos enfrentamientos es el que llega hasta las Cortes, y desata la voluntad de la Corona por deshacerse de los gitanos (M. H. Sánchez Ortega, 1994).

A lo largo de este periodo se produce una reiteración de la legislación anti-gitana y un agravamiento de las penas y castigos, reduciendo su actividad laboral, exclusivamente a las labores del campo, sin tener en cuenta su imposibilidad de acceder a la propiedad de la tierra, con lo que se perdió una gran oportunidad con la ocasión de la repoblación del reino de Granada (Manuel Martínez, 2003). La siguiente Pragmática, publicada en 1619 estableció además la obligación de asentamiento en ciudades de más de mil habitantes y de dedicarse en exclusiva al trabajo en el campo, así como la prohibición de su lengua, trajes y nombres, bajo pena de destierro y de muerte. Dos penas durísimas –por el mero hecho de ser gitanos–, que comienzan en este periodo y se extenderán por todo el siguiente, son la de galeras y la de minas de mercurio.

La programada disolución social del grupo se apoyaría desde temprana fecha en disposiciones encaminadas a minar su otredad cultural: prohibición de un idioma que se calificaba de jerga artificial y estratégica, prohibición de vestidos identificadores, prohibición de concentraciones familiares en un mismo barrio o calle, prohibición de participar en danzas y representaciones teatrales.

– Gómez Alfaro, 2000


Pero estas pragmáticas que buscan el asentamiento de los gitanos y gitanas no tienen en cuenta dos realidades subyacentes: la dificultad para la aceptación vecinal y la precariedad del mercado laboral. Por otra parte, el comercio ambulante, expediente económico consustancial de la vida trashumante, sería objeto de fuertes cautelas jurídicas antes de quedar totalmente prohibido; el año 1586 se estableció en Castilla una dramática presunción legal por la que se juzgaban procedentes de robo todos los géneros y caballerías que llevasen a vender y cambiar sin testimonio notarial sobre su propiedad (ib.)

Y ante el fracaso de las medidas asimiladoras, los monarcas confirman reiteradamente su intención de expulsar a los gitanos de España (Pedro Prior, 2017). Fuertemente dificultada la supervivencia económica de los gitanos, no tardaría la expulsión morisca dispuesta por Felipe III en polarizar hacia los gitanos la atención de moralistas y politólogos, acordes en el lanzamiento de indiscriminados juicios descalificadores al tiempo que proponían los más variados arbitrios para la reducción social del grupo. El gobierno estudiaría entonces la conveniencia de continuar con los gitanos la operación extrañadora seguida con los moriscos, y el propio Consejo de Estado se ofrecería en 1610 para ejecutar y llevar a buen término el proyecto. Sin embargo, la evidencia de la crisis demográfica abierta en el país conduciría a plantearse la posibilidad de una global reconversión laboral de los gitanos, a quienes se prohibió en adelante cualquier trabajo que no fuera el agrícola (A. Gómez Alfaro, 2000), a fin de que los gitanos sustituyeran a los moriscos y se evitara la sangría poblacional provocada por la expulsión.

Andando el tiempo, el conde de Campomanes comentará que aquella limitación laboral debió haberse complementado con la entrega a los gitanos de algunas de las tierras abandonadas por los expulsados moriscos. La falta de una intervención correctora en el mercado laboral les había dejado ante una dramática alternativa: transgredir la ley para no perecer de inanición, caso de no producirse su eventual contratación por los dueños de tierras” (Gómez Alfaro, 2000).


5.2.1. Pena de galeras (1539-1748)

La política comercial y militar del expansionista Imperio español requería continuos viajes marítimos y numerosas embarcaciones, que eran impulsadas por la fuerza de los remos y solo secundariamente por el viento. El duro trabajo de la boga y la escasa remuneración disuadían al más pobre y necesitado (M. Martínez, 2010). Esta carencia de galeotes se intentó atajar por medio de obra servil entre los grupos sociales marginales. En principio, las galeras se nutrieron de culpables de crímenes capitales, aunque pronto la servidumbre penal se introduciría como forma alternativa de castigo corporal, ya que esta medida era más útil al Estado que otras penas aflictivas existentes. (id.) Y, en el caso de los gitanos, se ordenaba taxativamente para que las justicias correspondientes procuren con gran diligencia de prender y tener a buen recaudo los que en su jurisdicción y distrito hallaren […] Al mencionarse específicamente a los gitanos, éstos se convirtieron en el objetivo principal de la redada, desencadenándose en consecuencia una auténtica caza de gitanos aptos para el remo. Por toda la geografía de la Corona de Castilla se empezaron a publicar bandos que incidían en su captura […] Su política se dirigió principalmente hacia dos frentes, una vez que las costumbres gitanas quedaran criminalizadas: la represora para intentar controlar mejor a todos los elementos de esta minoría; y la utilitarista (M. Martínez, 2004). Así pues, el origen y la perentoriedad de estas penas era la explotación económica, ante la enorme necesidad de remeros.

Los marginados no son útiles para el Estado y, además, provocan quejas y malestar entre el resto de la sociedad, por lo que se produce una ofensiva contra ellos para poder sacar algún tipo de provecho económico: reclutamientos para presidios, galeras, obras públicas, repoblaciones y, en definitiva, cualquier destino que aportara algo de utilidad. Los marginados fueron cada vez más y el abanico de esta voz se abrió a un número importante de la población de la Corona.

– D. Martín, 2018


Se “equiparaba a los gitanos, solo por el hecho de serlo, con ladrones, bandidos, contrabandistas y otra gente peligrosa. Muchos gitanos acabaron así sus días en las galeras o en las minas de azogue. Cierto es que algunos de los condenados habían cometido robos de menor o mayor entidad en campos y majadas, pero otros fueron sentenciados al remo o a Almadén solo por ser gitanos. En los testimonios de las sentencias pueden leerse cargos como “… andar en traje de gitano y hablar en lengua jerigonza” o por  “…ser persona que no tiene domicilio ni vecindad”. (A. Hernández Sobrino).

Así, por ejemplo, en 1682, los hermanos Sebastián y Manuel de Avendaño, de Aranda de Duero, fueron condenados por el Corregidor de Palencia a 6 años de galeras sólo por decir que eran gitanos y hablaban la lengua gitana. E hicieron un recurso solicitando que les conmutaran la pena de galeras por la de minas, a fin de poder estar más cerca de la familia. (M. H. Sánchez, 2005). 

El carácter selectivo de la pena de galeras, sólo apta para los varones en plenitud de vigor corporal, haría inevitable el furtivismo social y, llegado el caso, el enfrentamiento con las autoridades, para impedir una captura que dejaba desprotegido al grupo y perentoriamente abocados sus sectores más débiles, mujeres, niños y ancianos, a la mendicidad y a la pequeña delincuencia famélica basada en el uso de la astucia y el engaño. El descabezamiento familiar sucesivo a la condena a galeras contribuiría, por otra parte, a reforzar el papel rector de los ancianos y a convertir definitivamente a las gitanas en vehiculadoras de las relaciones del grupo con la sociedad mayoritaria, por más que ello fuera al terrible precio de arrostrar inevitables descalificaciones en una época en que la reclusión hogareña de las mujeres constituía un valor casi sagrado (Gómez Alfaro, 1994). Sobre la dureza del trabajo de los galeotes Cervantes señala en El Quijote “Es como muerte civil”.

Galera Real
Galera Real, siglo XVII, que participó en la Batalla de Lepanto. Contaba con 290 remeros (en cada remo bogaban 4 o 5 hombres). Acuarela de Rafael Monleón (1843-1900).
5.2.2. Pena de minas (1566-1799)

Los banqueros alemanes Fugger (“los Fúcares”) explotaban la mina de mercurio de Almadén (Ciudad Real) como contraprestación a las ayudas y créditos que estos concedían a la monarquía española.

Desde mediados del siglo XVI el mercurio se usaba como parte de un procedimiento minero para separar la plata (y, años después, también el oro) de otros materiales con los cuales se presenta en los yacimientos. En Almadén se localizaba la mayor reserva mundial de cinabrio, mineral del que se extrae el mercurio. Una vez obtenido el cinabrio de las galerías se colocaba en grandes hornos y de este modo el mercurio se evaporaba, y este mercurio en estado gaseoso era conducido por un sistema de tuberías para que se enfriara y se convirtiera en un líquido, que se hacía caer en unas grandes tinajas. Estas ollas de mercurio líquido candente había que irlas retirando según se iban llenando. Este trabajo provocaba en los que lo realizaban quemaduras graves, ulceraciones en la boca y alteraciones del sistema nervioso, produciendo temblores en todo el cuerpo hasta llegar a la demencia. Para realizar tan insanos trabajos los Fúcares pidieron al monarca que les concediera una parte de los condenados a galeras. De esta manera, algunos gitanos -además de en las galeras, también en la minas de mercurio- pasaron a formar parte del material humano que el engranaje estatal empleó para cubrir las necesidades de mano de obra no cualificada (por no ser necesaria), aunque sí barata (M. Martínez, 2018). No son pocos los hombres de esta etnia que pasen por el establecimiento, acusados genéricamente de ‘ladrones’ pero de hecho sin haber cometido otro delito que el ser ‘vagabundos y mal entretenidos’, o simplemente por ‘andar en traje de gitano y hablar en lengua jeringonza’, cosa por otra parte habitual en otros ámbitos penales de la época (AA. VV.: Real Cárcel de Forzados de Almadén).

En el año 1593 el rey envió a estas minas, en calidad de juez de juez visitador, a Mateo Alemán [autor, años más tarde, de los dos libros del “Guzmán de Alfarache”] a que realizara una investigación sobre las condiciones de la vida y del trabajo de los galeotes condenados a trabajos forzados, debido a las quejas sobre los supuestos malos tratos a los forzados que allí trabajaban. Realizó la investigación durante 50 días (no sin numerosas trabas por parte de los arrendatarios y sus capataces) y redactó el informe… Pero el documento desapareció inmediatamente después de su redacción. Siglos más tardes en los años 60 del siglo XX el poeta e historiador Germán Bleiberg descubrió dicho informe en el Archivo Histórico Nacional. Terminada la investigación en Almadén, el informe desaparece en los sótanos de la casa real; Felipe II está demasiado endeudado con los Fúcares para poder plantar cara (K. Mierau, 2016; véase también: G. Bleiberg, 1977).

Han quedado algunos cantes jondos que reflejan estos trabajos forzados y el trato esclavista que se les daba a dichos penados. Por ejemplo, el folklorista Antonio Machado Álvarez (“Demófilo”) [padre de los poetas y Antonio Machado] en su Colección de cantes flamencos, de 1880, recoge estos martinetes:

Los gitanos del puerto

Fueron los más desgraciados

Que a las minas de azogue

Se los llevan sentenciaos

A otro día siguiente

Les pusieron una gorra

Con alpargate de esparto

Que el sentimiento me ahoga

Al otro día siguiente

Les pusieron un maestro

Que a to el que no andaba listo

De un palo lo echara al suelo.


5.2.3. Memoriales y literatura que refuerzan el estereotipo antigitano

En el siglo XVII algunos prohombres tuvieron a bien escribir memoriales y discursos dirigidos al monarca, en los que analizaban las causas y remedios de la crisis de la Monarquía Hispánica (o, dicho de otro modo: cómo con tantos territorios y minerales preciosos quedaba tan poco provecho). Varios de ellos, como Salazar de Mendoza, Sancho de Moncada, Fernández Navarrete o Juan de Quiñones, incluyeron en su catálogo de problemas a grupos de personas que carecían de una ocupación fija e iban de un lugar a otro, y entre ellos, a los romá; contribuyendo de este modo a arraigar el estereotipo antigitano.

En tales memoriales atribuyen a los gitanos todo tipo de maldades y propugnan aplicarles severos castigos (apresamiento, galeras, azotamiento público) o hasta destierro de España e incluso la muerte… sin piedad hacia los niños, a fin de evitar que éstos, cuando crezcan, lleguen a reproducir el mal congénito atribuido a sus padres.

Como botón de muestra, haré referencia al discurso memorialístico de Sancho de Moncada[2]. Este catedrático de la Sagrada Escritura en Toledo, en 1619, en su memorial “Restauración política de España”, dedica su Discurso octavo a la “Expulsión de los gitanos”. Transcribo algunos extractos del mismo:

Siempre los Gitanos afligieron al pueblo de Dios, pero el supremo Rey le libró de ellos con muchos milagros que cuenta la Sagrada Escritura, y sin tantos, sólo con el milagroso talento que en expulsiones semejantes tiene, V. Majestad podrá librar su Reino de ellos (que es lo que suplica este discurso).

[…] enjambres de zánganos, y hombres ateos, y sin ley ni religión alguna. […] gente pésima, y sumamente mala para los Reinos […] son gente ociosa, vagabunda, y inútil a los Reinos. […] Sólo viven de chupar y talar los reinos, sustentándose del sudor de los míseros labradores. […] Las Gitanas son públicas rameras, comunes (a lo que se dice) a todos los Gitanos, y con bailes, ademanes, palabras y cantares torpes hacen gran daño a las almas de los vasallos de V. Majestad. […]

Los Sumos Pontífices aconsejan a los Príncipes que quiten de entre el ganado de Dios los lobos. […] 

Los Gitanos se deben prender en donde se hallaren. […] Los Gitanos se debían condenar a muerte. La justificación [de matarlos] se funda en que no hay pastor que no ponga cepos a los lobos, y que no procure librar su ganado, y los daños que hacen los Gitanos en España. […]

Y siendo los Gitanos pocos, y totalmente inútiles para todo, parece más preciso expelerlos, siendo tantos los daños que hacen. Y siendo justo desterrar del Reino a los que han cometido algún delito grave, lo será mucho desterrar a los que profesan ser dañosos a todos. […]

A esto parece que se pueden oponer dos cosas. La primera es que las leyes de España, y capítulo citado de Cortes, dan elección a los Gitanos, para que puedan vivir en lugares grandes. Lo cuál parece sería mejor que expelerlos. Pero la experiencia reconocida por hombres graves ha mostrado que no está bien admitir a esta gente, porque sus casas son unas cuevas de ladrones, de donde salen todos a robar la tierra.

La segunda es que parece lástima desterrar las mujeres y niños. Pero acude a esto el santo hecho de V. Majestad que expelió los Moriscos, y los niños con los Moriscos, por la razón del Real bando: «Cuando quiera que algún detestable crimen se comete por alguna universidad, es bien sean todos punidos». Y los más detestables crímenes de todos son los que cometen las Gitanas, pues es notorio que ellos comen de lo que ellas roban, y no hay ley que obligue a criar lobillos en tan cierto daño futuro del ganado. [Los subrayados son míos].


El Doctor Juan de Quiñones, alcalde de Corte, en 1631, en su memorial[3] les acusará (además de todo lo señalado ya por Sancho de Moncada) de canibalismo y de robar niños para venderlos. Por lo que propone también medidas drásticas y que se corte el mal de raíz:

El buen Medico, y Legislador, no menos que el cuidadoso y diligente labrador, que tiene a su cargo las abejas, ha de antever, y procurar, que no nazcan en la ciudad y si nacieren, que con los mismos panales se acaben y destruyan luego. [El subrayado es mío].


También otros documentos de esta época criminalizan a los gitanos y gitanas. Así, en las constituciones sinodales de Tarragona de 1580 y bajo el título de De peregrinis et mendicis, el arzobispado ataca contra peregrinos, mendigos y gitanos, cuya fe es sospechosa por cuanto, no se dispone más que de sus propias afirmaciones, y en su mayoría son ‘mentirosos, ladrones y perversos’ (P. Prior, 208).

Además, en la literatura castellana del Siglo de Oro se desarrolla una imagen estereotipada de “los gitanos”: el gitano y la gitana como recurso exótico o cómico (especialmente, en el teatro) y como asocial, en algunas novelas picarescas y en varias de las novelas ejemplares de Miguel de Cervantes (id.)

Esta etapa perdura hasta 1633, cuando Felipe IV, arrastrado por los criterios poblacionistas del momento, decide dar marcha atrás y mantener a los gitanos en tierras españolas (David Martín, 2018).


5.3. Tercera etapa: "Periodo de asimilación Forzosa" (1633-1783):

Con la Pragmática de 1633, Felipe IV niega la identidad gitana, y al mismo tiempo que decreta en papel que son españoles dados a la mala vida, deroga también los decretos de destierro. Al menos desde el punto de vista legal, los gitanos pasan a formar parte del país, pero estigmatizados y solo por la necesidad de sustituir la fuerza humana perdida con la expulsión de los moriscos, en labores básicas para la economía rural (Manuel Martínez, 2000). Se empiezan a asentar y abandonan paulatinamente el nomadismo. La legislación aplicada hacia los gitanos en esta fase ya no se plantea la expulsión como alternativa, sino la integración legal, social y ocupacional forzosa y a cualquier precio. Tal propósito asimilacionista, unido a una finalidad utilitarista (de explotación económica de una población a la que jurídicamente se les ubica en el lugar de sospechosos per se), hará que en este periodo se publiquen las pragmáticas más crueles hacia los gitanos españoles. He aquí, como botones de muestra, sendos fragmentos de dos de estas pragmáticas:

Se ordena cazar a los gitanos por el hierro y por el fuego, y hasta la santidad de los templos podrá ser allanada en su persecución, arrancándolos de las gradas del altar, si hasta él llegaren huyendo en busca de asilo.

– Pragmática de Felipe IV,1633


Con la prevención necesaria de gentes, perros y armas, los cerquen, prendan o maten. Y si los prendieren, a los gitanos y gitanas que, por algunas causas justas, no merecieren pena de muerte ni galeras, queden esclavos por toda la vida.

– Pragmática de Felipe V, 1745


La instauración de la monarquía borbónica en España no trajo ninguna mejora para la gitanería sino más bien todo lo contrario. El modo de vivir de los gitanos no era compatible con los principios que regían en una sociedad en la cual todo debía estar regulado. La política crecientemente restrictiva contra el colectivo gitano supuso un incremento en su persecución y castigo, como lo demuestra la Real Provisión de 22 de agosto de 1713, autorizando el uso de armas de fuego a la Santa Hermandad cuando persiguieran gitanos.

– A. Hernández Sobrino, 2018


La legislación de la etapa anterior y de ésta colocan a la población gitana como un grupo al margen de la ley, en continuo conflicto con la población mayoritaria, y minoría estrechamente vigilada (P. Prior).

5.3.1. La Gran Redada de gitanos y el proyecto de exterminio (1749-1765)

Una empresa institucional especialmente dramática de esta época fue la Gran Redada o Prisión General de Gitanos, con el objetivo de proceder a su expulsión. Sin embargo, este proyecto derivó a uno de extermino -previo trabajos forzados- por indicación de Ensenada, quien quiso aprovechar tanta mano de obra forzada para emprender su programa de reconstrucción de la Armada española, casi inexistente tras la Guerra de Sucesión (Manuel Martínez, 2014). Un proyecto basado en el intento de exterminio biológico, el primero de este tipo en el continente europeo. La orden de prisión, propuesta por el presidente del Consejo de Castilla, Gaspar Vázquez de Tablada, fue sancionada por el rey de España, Fernando VI[4] y dirigida por el Marqués de la Ensenada[5], mediante una operación secreta para ser ejecutada de manera sincronizada en todo el territorio español a las doce de la noche del miércoles 30 de julio de 1749. 

El objetivo que se perseguía se dejó bien claro: arrestar a todos los gitanos del reino y emplear los pocos bienes que se les embargaron para financiar esta empresa. En total fueron presas alrededor de nueve mil personas, de las doce mil personas gitanas en que se estima existían en España. Los hombres gitanos mayores de siete años fueron internados en arsenales y minas donde realizaron trabajos forzados. Las mujeres y niños fueron recluidos en casas de misericordia y edificios habilitados para mantenerlas encerradas. Finalmente, la propuesta de indulto formulada en 1754 por el duque de Caylús, capitán general del reino de Valencia, acabó siendo tomada en consideración en 1761. Sin embargo, los trámites se demoraron, y tras anunciar dos años después la concesión del indulto por parte de Carlos III[6], no sería hasta el verano de 1765 cuando se hizo efectivo (id.). 

Cadena de presos
Cadena de presos(reproducción de un grabado francés del siglo XVIII).


El proyecto de exterminio no constituyó, sin embargo, el punto final de la represión hacia el Pueblo Gitano. Antes bien, las restricciones continuaron. En mayo de 1767, por ejemplo, Carlos III confirmó la exclusión en las milicias, de todos aquellos que hubieran sido tomados por vagabundos o mal entretenidos, así como de extracción infame como los mulatos y los gitanos. Además, el 22 de enero de 1772 una nueva consulta encaminada a la elaboración de un proyecto de Pragmática Sanción para tratar lo que se debía hacer con los gitanos, se volvió a sugerir la separación de los niños recién nacidos de sus padres para conseguir la total de extinción de la identidad y cultura gitana, impidiendo el aprendizaje y la transmisión de la lengua y las costumbres gitanas. El plan se tenía previsto desarrollar en los hospitales, y completarlo en las maestranzas de los arsenales de la marina, donde aprenderían un oficio para ejercerlo posteriormente en las Américas, donde mezclados con gente honrada acabaran siendo vecinos útiles a la corona (Manuel Martínez, 2019a).

Este tercer periodo acaba en 1783, cuando Carlos III derogó todas las leyes que impedían la entrada de los gitanos en cualquier oficio, al declarar que no procedían de ‘raíz infecta’ y convertir así a los gitanos en súbditos productivos (David Martín, 2018).

La Ilustración española del siglo XVIII se incluye en ese contexto de renovación ideológica y cultural que se inició a finales del siglo XVII y se extendió durante todo el siglo XVIII por ciertos países europeos y sus colonias americanas. Este movimiento, dirigido por una élite intelectual, pretendía la transformación de una sociedad supersticiosa, inculta e ineficiente en una nueva sociedad iluminada por la razón y también más eficaz en los asuntos administrativos y económicos (J. de la Guía Bravo, 2019)… Sin embargo, cuando este despotismo ilustrado choca con la precariedad a la que se les había sometido a ciertas minorías étnicas marginales y con su resistencia, éstas fueron consideradas grupos sociales peligrosos a los que era preciso extinguir. Surgió así el primer intento organizado de etnocidio contra la etnia gitana, coincidiendo, paradójicamente, con el apogeo de la Ilustración española.

 

5.4. Cuarta etapa: "Periodo de Incorporación e Igualdad Legal" (de 1783 a la actualidad)

Con la pragmática de 1783 de Carlos III empezó una cuarta etapa de integración y aceptación social, pero de manera desigual. Así, en las provincias vascas y Navarra, utilizando sus prerrogativas forales, se continuó con las políticas de represión y expulsión de gitanos de sus jurisdicciones (David Martín, 2018). En el reinado de Carlos III la comunidad gitana adquiere en parte, el reconocimiento de igualdad legal y jurídica, a cambio de renunciar a su vestimenta, lengua y guardar sus vecindarios.

Debido a que esta etapa resulta muy extensa, David Martín subdivide esta etapa en dos: una que iría de 1783 a 1978, y otra, desde este último año a la actualidad. En cuanto a Manuel Martínez, este historiador la divide en tres periodos:

5.4.1. De 1783 hasta 1868

Esta etapa, quizá la de mayor trascendencia para la historia del Pueblo Gitano en España, recorre el camino que va de la completa adquisición de la ciudadanía Española (1837), a la adquisición del derecho al voto (1868), pasando por la igualdad jurídica (1848).

5.4.1.1. El tortuoso camino hacia la ciudadanía española

La considerada como última pragmática contra los gitanos se promulgó el 19 de septiembre de 1783 bajo el mandato del rey ilustrado Carlos III. Con este texto se quiso incidir de manera definitiva en la tradicional dinámica asimiladora para que los gitanos se diluyeran en la sociedad. El monarca pretendía extinguir la diferencia gitana, hacer desaparecer su nombre; a partir de ahora, las menciones étnicas van desvaneciéndose paulatinamente en los documentos oficiales. [...] Fue el inicio de un nuevo rumbo en la política crítica anti-gitana española: el proceso de integración de los gitanos. Este cambio de dirección de la política regia respecto a la situación jurídica y social de los gitanos en España pudo ser debido a la vista ineficacia de las duras medidas establecidas en las disposiciones anteriores.

– David Martín, 2018


Pero la pragmática de 1783 solo ablandó la política seguida hasta entonces.Un insuficiente avance en cuanto a la eliminación sobre el papel de la diferenciación legal existente entre los gitanos y el resto de los vasallos del rey.También supuso un logro la libre elección de oficio y el derecho a formar parte de gremios y cofradías, aunque también acabó siendo papel mojado en la práctica. En cuanto a dejar de considerarles una raza infecta, una creencia que había justificado tantas medidas represivas y de control, no supuso el reconocimiento de que constituían una etnia en sí misma, ni tampoco eliminó los efectos negativos generados por los prejuicios y los estereotipos acuñados durante casi cuatro siglos (Martínez, M., 2019). La influencia del racionalismo hizo que esta Pragmática fuera, al menos en apariencia, más humanitaria y filantrópica, pero estaba imbuida de una intencionalidad estrictamente estatalista, bajo la doble vertiente política económica y política.En ella se establecieron las bases para el acceso de los gitanos a la vida civil, mediante los instrumentos de la ley y la educación, oponiéndose al clima de opinión segregacionista. Sin embargo, sus propósitos no eran realistas, no se contaba con los medios indispensables para su desarrollo, en un momento en las haciendas municipales atravesaban dificultades.[…] Salvo estos retoques favorables a los gitanos, la represión sobre el Pueblo Gitano persistió alentada por la desconfianza y la presunción de culpabilidad. Los contraventores debieron seguir enfrentándose a castigos corporales como el de la pena del sello o hierro candente, infligido a los que se mostraban reticentes a allanarse a lo estipulado en esta ley, bien por hablar en su lengua, bien por persistir en su vestimenta gitana.También se mantuvo el control de los desplazamientos entre dos o más localidades y la obligación de avecindarse en un lugar fijo; así como la actualización de su población a través de padrones específicos, medida que se confirmó por Real Orden de 20 de diciembre de 1784 (ib.)

5.4.1.2. La Constitución de 1812 y la influencia del liberalismo

Aunque el peligro de la deportación a América desapareció al entrar al siglo XIX, la vigencia de la Pragmática de Carlos III se mantuvo, y fue confirmada en 1805 dentro de la “Recopilación de Novísima Recopilación; si bien, su unidad acabó perdiéndose al quedar mutilada y resumida en varios capítulos referidos a gitanos, bandidos, salteadores de caminos y facinerosos, malhechores en general. La pena del sello persistió, y aunque el rey la abolió en 1807, dejó bien claro que sólo se debía entender con los no gitanos (Martínez, 2019a).

En este estado de cosas se llegó a la Constitución de 1812, la cual supuso un pequeño avance en cuanto a la adquisición de la ciudadanía española. En las sesiones constituyentes de las Cortes de Cádiz, este tema estuvo asociado con los derechos de los indígenas y los demás elementos marginales americanos, imponiéndose el requisito de "avecindados" como condición de poseer la ciudadanía plena, debido al convencimiento de que en esas fechas, los gitanos seguían siendo un pueblo nómada sin domicilio fijo (id).


5.4.1.3. La Constitución de 1837, el Código Penal de 1848 y el derecho al voto en 1868

Tras una reacción absolutista, los liberales tomaron nuevamente el poder en 1820 y restauraron la Constitución de 1812. Sin embargo, desde los primeros meses del gobierno comenzaron a alzarse voces pidiendo la adopción de medidas contra los gitanos y a negarles el derecho al voto. De tal forma, que los avances logrados en 1812 se perdieron (Manuel Martínez. 2019a).

No sería hasta 1837, durante la regencia de María Cristina y a instancia del partido progresista, cuando los derechos de ciudadanía se hicieron generales para todos los gitanos españoles, a través de la Constitución de ese año, y se consiguió, simplemente porque no se mencionó de ninguna forma a los gitanos, otorgándose la ciudadanía española sin ningún otro requisito a aquellos que hubieran nacido en territorio nacional (id).

No obstante, la Pragmática de 1783 siguió vigente hasta que en 1848 se aprobó el código penal (donde no se menciona tampoco a los gitanos como figura delictiva), dejando sin efecto toda la legislación anterior a esta fecha (id).

Con el triunfo de la revolución conocida como “La Gloriosa”, iniciada en Cádiz el 18 de septiembre de 1868, se abrieron fuertes esperanzas en los políticos progresistas triunfantes, a fin de que adoptaran una nueva política liberadora de toda la tara social acumulada durante siglos. Con ella se inició lo que se ha conocido como sexenio democrático, el primer régimen político en España fundamentado en la democracia, y el primero que tuvo forma de monarquía parlamentaria con Amadeo I de Saboya, y posteriormente, en forma de república.

Convocadas elecciones a Cortes Constituyentes, el 9 de noviembre de 1868 se publicó un decreto estableciendo el sufragio universal masculino, para mayores de 25 años que estuvieran inscritos en el padrón municipal. Los gitanos obtuvieron así el derecho al voto (id.).

5.4.1.4. La creación de la Guardia Civil

Sin embargo, la equiparación legal sólo lo fue sobre el papel, pues poco antes de la aprobación del código penal, se creó la Guardia Civil, la cual se erigió hasta 1978 en el último bastión de la represión contra los gitanos. A esta institución armada se le encomendó como una de sus principales funciones una particular vigilancia y control sobre los gitanos, tal como se recoge en la Real Orden de 20 de diciembre de 1845 por la que quedaba aprobada la cartilla del guardia civil, en la que se incluyó en su título primero, primera parte, capítulo II “Servicio de los caminos”, la orden de vigilar sus desplazamientos, propiedad de sus bienes, e incluso, observar su traje. Unas medidas que sobrevivieron a la extinta Pragmática de 1783, obligación que fue literalmente recogida en la reforma reglamentaria de 1943 (Manuel Martínez, 2020).

5.4.1.5. Los gitanos revolucionarios:

5.4.1.5.1. La Jamancia barcelonesa

Tras el hambre y la miseria que trajo la primera Guerra Carlista, y el golpe del general Espartero del año 1841, la situación del pueblo gitano en España empeoró, pues el nuevo gobierno volvió a recordar a las autoridades locales a través de los Boletines Oficiales de provincias, su obligación de perseguir a vagos, mendigos y gitanos (Manuel Martínez. 2017c).

Esta presión estigmatizadora supuso que los gitanos apenas se vieran beneficiados por los avances sociales, culturales y económicos que caracterizaron al resto del siglo XIX. No hubo “progreso” burgués y obrero para ellos. Solo en Barcelona se produjo cierta proletarización entre la población gitana, la que a pesar de su insignificancia política y económica, mostró un significativo protagonismo en los acontecimientos acaecidos entre 1842 y 1843 en aquella ciudad (id).

El nombre dado a esta revolución hizo referencia a los miembros de los batallones de voluntarios (batallones de la blusa), autodenominados así mismos como jamancios. El término deriva del verbo gitano jamar -comer-. Y, aunque algunos autores lo relacionan con la asignación diaria de cinco reales que recibían los jamancios por su manutención, para el historiador del pueblo gitano Manuel Martínez este nombre procede de la ocurrencia de estos gitanos revolucionarios, para los que siendo el hambre la principal motivación de su adhesión al movimiento revolucionario, convirtieron su hambruna en un incentivo para el combate, lanzándose a las calles entonado canciones con mayor o menor contenido de sátira política, en las que se amenazaba con que iban a comerse a sus enemigos (id).

La prensa madrileña, en su afán por desprestigiarlos, escribía despectivamente sobre el batallón de la jamancia, afirmando estaba “compuesto en su mayor parte de la escoria de los pueblos vecinos a ésta [Barcelona], de procesados criminalmente, de gitanos, de extranjeros afiladores de navajas y tijeras, de menores de edad, de viejos y de algunos licenciados” (id).

Iniciados los enfrentamientos armados a primero de octubre de ese año entre insurgentes y el ejército comandado por Prim, la Junta Suprema de los jamancios terminó capitulando el 19 de noviembre, con lo que fracasó su intento de convertirse en el origen de una revolución democrático-burguesa para la consecución de una República Socialista y Federal (id).


5.4.1.5.2. La Revolución de Loja de 1861

Andalucía, por sus propias características socioeconómicas, fue la comunidad gitana más sensible a los movimientos revolucionarios que preconizaban el reparto de tierras. Ya en Cádiz, con ocasión de la promulgación de la Constitución antiliberal de 1845,  los gitanos, según la prensa de la época, mostraron su aproximación al liberalismo embardunando las paredes con carteles subversivos pidiendo la vuelta a la Pepa, dando vivas a los liberales y advirtiendo la llegada del sombrío futuro que esperaba a España con un “que ze hunde la patria” (Manuel Martínez. 2017b).

En este ambiente revolucionario, en 1861 Andalucía se encontraba sometida a la dependencia de una economía agraria de subsistencia, donde la propiedad de la tierra se hallaba en pocas manos y sin que las medidas desamortizadoras hubieran invertido este fenómeno. Solo la pervivencia de las tierras comunales permitía algún respiro  a la multitud de vecinos desposeídos de terrenos cultivables. Y, cuando el general Ramón María Narváez pretendió desamortizar los terrenos comunales pertenecientes a la Sierra de Loja para destinarlos a pastos, se produjo una airada protesta de los lojareños, quienes comenzaron a exigir un reparto de tierras justo que sustituyera a unas subastas, pues éstas solamente beneficiaban a aquellos terratenientes que poseían el suficiente poder adquisitivo para comprarlas (id).

La situación dramática de los jornaleros agrícolas se exteriorizó por medio de sublevaciones como las de Utrera y El Arahal de 1857. Un conflicto social precipitó el motín de Mollina el 21 de junio de 1861. Un acontecimiento liderado por Pérez del Álamo y que justificó su detención el 24 de junio, vigorosamente contestada por los lojareños al sublevarse y forzar su puesta en libertad. A ellos se unieron refuerzos procedentes de Málaga, Jaén y Granada, hasta alcanzar un contingente cercano a los 25.000 combatientes. Entre ellos un gran número de gitanos, a cuyo frente se hallaron Antonio Arjona “Zorrica”, conocido como el “capitán de los gitanos” y su sargento apodado “El Culiche”, batallón gitano del que la prensa nacional resaltó su participación, asegurando que habían “tomado gran parte en el movimiento” (id).

Antonio fue capturado el 6 de julio junto a otros destacados dirigentes de la revolución, siendo sentenciado en primera instancia a cadena perpetua; si bien se le acabaría conmutando dicha pena por la de 20 años de presidio. Su proceso despertó una especial curiosidad, especialmente tras el discurso que pronunció ante el tribunal que le juzgó, y del que la prensa nacional destacó, había “sido la cosa más célebre del mundo”. El 3 de septiembre de 1862 la reina concedió una amnistía a todos los que se hallaban presos, incluido el mismo Pérez del Álamo (id).


5.4.1.6. La moda de “lo gitano”: nacimiento del estereotipo exótico

El romanticismo de este periodo de la historia [siglo XIX] creó una serie de estereotipos que van a perdurar a lo largo de los años. […] Se caracterizaba al pueblo gitano por su radical libertad […] orientalismo […] representaban una estética que algunos autores catalogarán como una moda de ‘gitanofilia’ que se reflejará en el arte pictórico, en el teatro, en el tema literario, en la música y en la manera de vestir (D. Martín, 2018). Además de la moda imperante en toda Europa del romanticismo y su afición por lo exótico, oriental y pasional, en España esta adopción popular bien pudo ser una postura a modo de reacción contra lo francés como modelo en todos los órdenes, entendiendo así que “lo gitano” formaba una parte muy importante del pueblo español. […] La nueva usanza se extendió a todos los rincones del país, donde la moda de lo ‘andaluz’ y lo ‘gitano’ estuvo vigente (ib.) De este modo, al estereotipo de gitano como asocial (presente, por ejemplo, en las pragmáticas antigitanas) y como grotesco (que explotó el teatro del siglo de oro español), se va a unir a partir de entonces el estereotipo de gitano como exótico. Pasados los años, el régimen franquista volvería a servirse de este recurso (hasta la saciedad): en sus carteles turísticos, en los billetes en los que aparecía uno de los cuadros de Julio Romero de Torres con una gitana como modelo, etc.


5.4.2. La Migración campo-ciudad y la proletarización del gitano (1868-1931)

Como les sucedió en otras partes de Europa, con la llegada de la Revolución Industrial los gitanos españoles entran en un nuevo período, quedando fuera del proceso de proletarización. Sus condiciones de vida se empobrecen aún más, lo que les obligará a nuevas migraciones dentro del territorio, instalándose en los campos abandonados por los que marchan a las grandes ciudades y conviviendo con la masa proletaria en los arrabales de las capitales. En el período constitucional que va de 1812 a 1936 se lleva a cabo una equiparación política del gitano con el resto, pero socialmente no se consigue su igualdad, siendo marginados y manteniéndose actitudes racistas contra ellos y sus modos de subsistencia.

– FSG


5.4.3. La Segunda República, la Guerra Civil y la Postguerra (1931-1960)
5.4.3.1. La luces y sombras de la Segunda República

5.4.3.1.1. Los intentos democratizadores de la Segunda República

La “carta magna” de 1931 proclamó solemnemente el principio de la igualdad ante la ley de todos los españoles. Y, desde ese planteamiento, durante la república se realizaron avances en educación (como veremos en el apartado siguiente) y en otros campos. 

Durante la República el espacio de las artes, de las letras, del pensamiento y de la creación fue especialmente dinámico y en ello incidió la irrupción de la mujer en el mundo de la creación y el pensamiento (Ascuence, 2015)... Sin embargo, la cultura era patrimonio de una élite. El problema era que los intelectuales se llaman muy alejados de la ciudadanía en general (ib.). La República intentó una aproximación entre ambas esferas para transformar el panorama educativo y cultural, y precisamente una de las apuestas más decididas del sistema republicano fue la culturización del pueblo(ib.).

La corta duración de este periodo, a causa del golpe militar franquista, impidió la progresión en los objetivos democráticos perseguidos. El cualquier caso la República no pudo dar respuestas rápidas y concretas a las necesidades socioeconómicas de los grupos sociales desfavorecidos, por falta de tiempo, la oposición de las derechas y el levantamiento militar que provocó la Guerra Civil 1936-1939(ib.).

5.4.3.1.2. La Ley de Vagos y Maleantes

Sin embargo, hay que reseñar también que en 1933 fue aprobada por las Cortes de la II República la Ley de Vagos y Maleantes (que pretendía controlar y “reformar” a los vagabundos, nómadas, proxenetas, etc. y prevenir así su “peligrosidad”) y en base a ella se justificaron numerosos abusos hacia los gitanos, no sólo en la etapa que nos ocupa, sino también en el tiempo que duró la Guerra Civil y en ambos bandos, tanto el republicano como el nacional. El gitano era tildado de ‘vago’ y por tanto era obligado a colaborar en esta época tan crítica de la historia de España, ya fuese con unos u otros (F. Jiménez Carpio, 2018).

5.4.3.2. La participación gitana en la Guerra Civil Española

El antigitanismo no fue exclusivo de sólo uno de los bandos, sino que estuvo presente tanto entre los republicanos como en el bando insurrecto. Tanto unos como los otros, aprovecharon cualquier oportunidad para utilizarlos en su beneficio y descalificar a sus contrarios, a través de una guerra sucia basada en la desinformación y la denigración del enemigo a través del empleo del término “gitano” para referirse a personas, grupos y hechos concretos, traspasando el sentido peyorativo al enemigo (Manuel Martínez, 2020c).

Durante la guerra civil y primera postguerra la situación de las familias gitanas fue especialmente comprometida, por el plus del rechazo racial:

Esta eterna presunción de culpabilidad se cebó siempre sobre el gitano en los momentos más difíciles. Ocurrió ya durante las tres guerras carlistas que asolaron España en el siglo XIX, y se repitió en el XX con ocasión de la Guerra Civil. […] La presunción de culpabilidad basada en prejuicios antigitanos aparece frecuentemente en los informes de la Falange, de alcaldes, de la Guardia Civil y de muchos testigos; incluso, en los comentarios y valoraciones de los mismos tribunales. […]

El 22 de junio de 1944 fue fusilado José Fernández Castellón “Gitano”, […] cuyo alcalde manifestó en su informe que “antes del glorioso Movimiento Nacional, observó una conducta sospechosa, como gitano y vago”. […] En el proceso abierto contra Rafaela Fernández Heredia, vecina de Pinos Puente y acusada de vender a precios abusivos el kilo de pan, un informe de la Guardia Civil la describe como una persona de conducta moral algo indeseable por sus enredos y amiga de lo ajeno. En este punto, el redactor apostilló: “esto harto frecuente en esta clase de gentes, como gitanos que son.

– M. Martínez, 2018


La miseria en la que vivían muchas de estas mujeres las impulsaba a dedicarse a la venta ambulante. El estraperlo suponía la posibilidad de asegurar la supervivencia de su prole, pero a costa de grandes esfuerzos y sacrificios. […] No eran pocas las mujeres gitanas que asumían el riesgo y transitaban por los caminos escondidos para transportar el sobrante de producción de un lugar para venderlo donde se carecía de ello y aumentar así el precio. Es el caso de María González Campos […] viuda, vendedora de verdura […] un tribunal militar juzgó su caso en Consejo de Guerra el 18 de agosto de 1941.

– Serrano, M., 2018


En la mayor parte de las ocasiones, hemos soportado los temporales con el agravante del racismo, añadiendo sufrimiento al sufrimiento, explica Dolores Fernández, presidenta de la Asociación de Mujeres Gitanas Romi y autora, junto a Padilla, de “El Pueblo Gitano en la Guerra Civil y la Posguerra” y “Mujeres gitanas en la guerra civil y la posguerra” (Viana, I., 2019; Padilla, E. y Fernández, D., 2010).

Un gitano que alcanzó cierta notoriedad durante la contienda fue Helios Gómez, soldado en varios frentes en defensa de la República, reconocido pintor y cartelista de vanguardia y poeta. Trabajó para infinidad de periódicos y participó en muchas actividades de tipo cultural en apoyo de la República. Tuvo que exiliarse y después de su regreso a España fue encarcelado por sus actividades políticas durante varios años.

En el otro extremo de la conflagración está Ceferino Giménez Malla, “el Pelé, tratante de  caballos, católico practicante, que al poco de iniciarse la guerra civil, en el verano de 1936, se enfrentó en su localidad, Barbastro (Huesca), a un grupo de milicianos  republicanos porque estaban golpeando a culatazos a un sacerdote, por lo cual fue encarcelado y posteriormente fusilado. Fue beatificado por la Iglesia Católica en 1997, siendo el primer miembro del pueblo gitano en subir a los altares. En 2017 fue beatificada también Emilia Fernández Rodríguez, “la Canastera” (se ganaba la vida fabricando cestos de mimbre, que vendía por los pueblos y los mercados). Era una gitana de Tíjola, que “vivía en una casa-cueva en lo alto de la ciudad” y que “era analfabeta”. Los milicianos la encarcelaron “en junio de 1938 por tratar de ayudar a su marido y que no fuera llamado a filas”. “Conoció tras las rejas a unas compañeras”, que “la ayudaron todo lo que pudieron” y “con las que descubrió la fe católica”. “Las autoridades de la prisión la presionaron para que revelara el nombre de sus catequistas, pero se negó…”, por lo que “la encerraron en una celda de aislamiento”. “Murió el 25 de enero de 1939, a los 12 días de dar a luz a una niña en unas condiciones deplorables, sin ayuda médica y en una celda de aislamiento. Sin separarse del rosario que le habían regalado sus amigas”. (M. A. Malavia, 2017).

5.4.3.3. La Dictadura franquista

5.4.3.3.1. La enorme dureza y represión de la postguerra

Terminó la contienda civil en España y comenzaron los duros años de la posguerra con una dictadura como orden político. Esta nueva situación que aunaba autoritarismo y venganza, junto con una situación económica muy precaria, no fue nada fácil para el conjunto de la población, siendo los grupos humanos marginales los que tuvieron además un plus de vulnerabilidad. Aunque el franquismo elevó a símbolo nacional de manera estereotipada la imagen gitana, el ideal de un pueblo español unificado bajo la concepción del caudillo […] los ramalazos racistas del germen fascista que reposaba en la filosofía de los vencedores de la cruzada convirtieron al pueblo gitano en blanco cómodo de las acciones represoras del control social. El pueblo gitano era un ejemplo malo para la sociedad y la representación folclórica se construyó únicamente para su uso promocional respecto a los turistas.

– D. Martín, 2018

La postguerra fue extremadamente dura para los gitanos españoles. Además de la deshumanización y criminalización que se ejercía sobre toda la comunidad gitana, sus miembros sufrieron el hambre y las múltiples carencias que trajo consigo la guerra, entre otras manifestaciones a través de unas epidemias que se cebaban en una población mal nutrida, sin agua corriente, electricidad y sin las más mínimas condiciones higiénicas. El gitano, además de víctima, fue señalado como un agente peligroso de transmisión de enfermedades. En consecuencia, se acentuó el rechazo y la desconfianza hacia su presencia, justificándose la aplicación de viejos mecanismos para instaurar el orden público y el bien común. Un cometido al que se le facultó la Guardia Civil, a la que se autorizó actuar con mano dura, a fin de infundir el temor y el respeto necesarios para mantenerlos sometidos (Manuel Martínez, 2020b).

La excepción discriminatoria sobre la presunción de inocencia y el derecho de propiedad en España sería rehabilitada […] en el […] Reglamento de la Guardia Civil de 14 de mayo de 1943 (capítulo relativo a los documentos de seguridad): art. 4º Se vigilará escrupulosamente a los gitanos, cuidando de reconocer los documentos que tengan, observar sus trajes, averiguar su modo de vivir y cuanto conduzca a formar una idea exacta de sus movimientos y ocupaciones, indagando el punto en que se dirigen en sus viajes y el objeto de ellos; art. 5º Como esta clase de gente no tiene por lo general residencia fija, se traslada con frecuencia de un punto a otro en que sean desconocidos, conviene tomar de ellos toda las noticias necesarias para impedir que cometan robos de caballerías o de otra especie. En su artículo sexto, el Reglamento remitía literalmente al texto de la real orden de 8 de septiembre de 1878 sobre las cédulas de empadronamiento y documentación justificativa que debía acreditar esta población (incluyendo los asimilados en función de un modo de vida o profesión).

– García Sanz, C.,2018


Durante los 40 años de dictadura franquista las medidas contra los gitanos se recrudecerán. Basándose en una reformulación de la Ley de Vagos y Maleantes de la II República se buscaba apartar a los marginados de la sociedad y someterlos a la justicia. La criminalización de los gitanos por su condición social y económica llevó a su total marginación.

– página Web de la FSG


En efecto, la ley de Vagos y Maleantes de la II República fue de las pocas leyes que, tras la victoria del bando franquista, siguió vigente durante la Dictadura. Maquillada más tarde como Ley de Peligrosidad Social, durante su vigencia los gitanos pasarían a ser específicos ‘clientes’ habituales de unas disposiciones nacidas con el plausible deseo de substituir el castigo por la educación preventiva (Gómez Alfaro, 2000). Esto implica la categoría estereotipada del ‘gitano’ estigmatizándolo con efectos punitivos en las sociedades contemporáneas y una gobernanza racializada. La introducción del concepto jurídico de ‘peligrosidad social’ (pre y posdelictual) en España, a la postre, legitimaría la praxis de un ‘derecho penal del enemigo’ en el que el delincuente-enemigo revelaría su autoexclusión de la comunidad al delinquir, siendo privado de las garantías procesales que pudieran asistirle, al ‘adelantársele la barrera de la punibilidad’ con fines profilácticos(García Sanz, C. (2018).


5.4.3.3.2. Autarquía y emigración interna y externa

El final de la Segunda Guerra Mundial, con la victoria de los aliados demócratas y comunistas, hizo que España, con un régimen pseudo-fascista, quedara recluida en sí misma, tanto en el ámbito económico como en el cultural y social. El régimen se vio en la necesidad de enrocarse en una autarquía económica, debido al forzado aislamiento y a la falta de ayudas externas por la oposición al régimen dictatorial franquista. Durante la década de los 50 el régimen mantuvo su política represiva y de uniformidad ideológica de tipo conservador, tradicionalista y religioso, con una enorme desconfianza hacia todo lo extranjero liberal y moderno y un marcado paternalismo y aislamiento internacional. Esto supuso el mantenimiento de la pobreza o de la mera subsistencia para amplios sectores de la población.

A su vez, "aunque la enseñanza primaria era obligatoria desde casi mediados del siglo XIX, la situación cultural era lamentable, como evidenciaban las altas tasas de analfabetismo"; además, "la cultura se concentraba en las zonas urbanas e industrializadas y era patrimonio de las clases favorecidas" (Ascuence, 2015).

En esta situación de enorme precariedad vital, a la sangría humana producida por la guerra y el exilio, vino a añadirse la de la emigración, en el intento de “buscarse la vida” lejos de su tierra y familia, volviéndose a abrir antiguas rutas migratorias como la de la Argelia francesa.

Para Ascuence, España, aún “más allá de su estado de pobreza”, sufrió “las consecuencias de una economía agraria de sentido preindustrial”, hallando en la migración, la mejor solución para cientos de miles de labradores, jornaleros y demás obreros dedicados en cualquier actividad relacionada con la agricultura (ib.).

5.4.3.3.3. Desarrollismo, éxodo rural, apertura y modernización de España (1959-1978)

"El milagro económico español” fue el nombre dado al periodo de crecimiento económico ocurrido en España en los años sesenta y primera mitad de los 70. Fue iniciado por las reformas impulsadas por los "tecnócratas" franquistas a partir de 1959, con el apoyo del Fondo Monetario Internacional, y favorecido por el "boom turístico" a nuestro país (que ofrecía sol y playas a un precio que resultaba barato para los obreros y clase media de los países más desarrollados) y por las divisas enviadas por los inmigrantes españoles que trabajaban en países que gozaban de prosperidad industrial y económica. Dicha aceleración económica tuvo unos elevados costes: daños ecológicos y urbanísticos, bajos sueldos y malas condiciones laborales, localización industrial (lo que agravó el éxodo rural y dejó a una zona de España vaciada), alta dependencia del turismo y creación de improvisadas barriadas en el extrarradio de las ciudades con viviendas de pésima calidad y también barraquismo en algunas zonas de la mayor parte de las ciudades. Todos estos factores tuvieron una lógica repercusión también en el pueblo gitano (muchas de cuyas familias estaban situadas en una posición de mayor vulnerabilidad, por los motivos que venimos analizando), entre otras:

  • Progresiva desaparición de los trabajos tradicionales del chalaneo de ganado, de la cestería y de muchas labores agrícolas (reducidas con la sucesiva mecanización del campo).
  • Emigración a las ciudades y búsqueda de trabajo y vivienda.
  • Nacimiento de la venta ambulante en mercadillos de pueblos y ciudades.
  • Incorporación de varones como mano de obra no cualificada en la construcción.
  • Algunos gitanos y gitanas encontraron trabajo en el sector de la hostelería y de los espectáculos, así como en la compra-venta de antigüedades (debido a la falta de utilidad de los aperos y utensilios artesanales de la zona rural).
  • El desarrollismo incontrolado y el peso del antigitanismo hizo que se crearan zonas de pobreza y marginación en las grandes ciudades. Con carencias de todo tipo: laborales y económicas, de vivienda, de servicios, sanitarias, ausencia de escolarización… Infrabarrios en los que los gitanos eran en muchas ocasiones los principales moradores.

Lo cierto es que el éxodo rural de los años 50 y 60 les situó de nuevo en inferioridad de condiciones que a los que hacían el mismo viaje pero no tenían que soportar el estigma de ser gitanos. Así me contaba este proceso un anciano gitano a principios de los años 90:

En Araúzo estábamos en la gloria. Al principio yo vendía ganado y luego mantas y sábanas. Me eché un carrito y vendía en el pueblo y en otros pueblos. Yo allí tenía mi casa. Yo en Araúzo estaba en la gloria bendita. Yo donde fuera era como si fuera Franco, o mejor ahora, el Rey. Me respetaban y querían, porque era un vecino formal y vendía cosas que les hacía falta. Y he fiado género a mucha gente: una manta… Y no me pagaban hasta después de la matanza a lo mejor. De mí todo el mundo hablaba bien. Yo podía haber sido el amo de Araúzo. Entonces vendían casas a 50.000 pesetas… Íbamos a cantar jotas a la cantina. Era el primero que bailaba al santo. Yo me llevaba bien con todos los del pueblo. Si vas alguna vez, pregunta por mí y ya verás. Yo era el rey allí. Teníamos nuestra casita (que todavía la tengo), con su calor, y no nos metíamos con nadie. Aquello era la gloria. ¡En qué hora nos vinimos aquí [a la ciudad]! ¡Cuántas veces lo digo!.

– J. E. Abajo, 1997


Y, tal como estudió Teresa San Román, los realojos de viviendas chabolistas se realizaron en muchas ocasiones en peores condiciones para los gitanos que para la población mayoritaria (San Román, 1997). Así lo documenta también Jesús Salinas, recogiendo una crónica aparecida en la revista Pomezia del Secretariado Gitano de Barcelona de 1974:

Poblado gitano de Palma de Mallorca. En el año 1969 se construyó el Poblado Gitano, con 124 viviendas. Era la solución que se intentaba dar al chabolismo que existía en los suburbios de Palma. El poblado se erigió a 6 Km. de Palma. Vivian 150 familias con un número de 1.100 habitantes.

– Citado por J. Salinas, 2015


A finales de la Dictadura los gitanos se encontraban mayoritariamente sumidos en unas condiciones de vida de extrema pobreza. El 80% eran analfabetos y el 90% vivían en infraviviendas en los extrarradios de las grandes ciudades.

– FSG


5.4.4. La época constitucional.

La época constitucional actual es la etapa en la que se desarrollan esos hipotéticos derechos y deberes (David Martín, 2018). Sin embargo, en realidad, la llegada de la Democracia apenas significó cambio alguno para la comunidad gitana en España, hasta que el diputado gitano Juan de Dios Ramírez Heredia, en la sesión de Cortes de la tarde del 7 de junio de 1978, removió las conciencias de sus compañeros diputados con sentidas palabras: “Pero señoras y señores, para aquellos que no disponen de cañerías ni de casa, ni de agua ni de electricidad. ¿Cómo vamos a hablarles de transición política y democracia pacífica? Yo he sido partidario de la reforma democrática, pero ante la lucha contra la miseria, opto por la ruptura”.

Pasada a votación la proposición no de ley para derogar dichos artículos, fue aprobada por 285 votos a favor, ninguno en contra y una abstención (se debió a un error, el diputado quería votar a favor). De esta forma, el último atisbo de represión hacia los gitanos desapareció sobre el papel, pero sin haber conseguido eliminarla en su forma más invisible, la que se haya sustentada por los prejuicios y los estereotipos peyorativos y estigmatizadores (Manuel Martínez, 2018c).

La derogación de los tres artículos del Reglamento de la Guardia Civil discriminatorios contra el pueblo gitano en el verano de 1978, tras la proposición no de ley presentada el 7 de junio por el diputado gitano Juan de Dios Ramírez Heredia en el Congreso, se considera el fin de la criminalización explícita y la identificación pública de una fuerza de orden, como la Guardia Civil, especializada en la vigilancia del ‘gitano’ (García Sanz, C., 2018).

Con la Constitución española de 1978 los gitanos y gitanas comenzaron a gozar de los mismos derechos y deberes que el resto de los ciudadanos de España. El periodo democrático trajo consigo el reconocimiento de la igualdad ante la ley y la plena ciudadanía, recogido en la Constitución Española. El desarrollo del Estado social, el acceso generalizado a los sistemas de bienestar social y las medidas y programas específicos dirigidos a compensar las desventajas, han llevado a la población gitana española a experimentar importantes avances sociales en los últimos 40 años. No obstante, queda un camino largo por recorrer para alcanzar la plena igualdad, y a pesar de que la discriminación racial hoy en España es un delito, todavía se mantienen prejuicios que provocan que la población gitana siga siendo uno de los grupos hacia los que mayor rechazo social existe (pág. Web de la FSG). La vigente Constitución de 1978 consagra la igualdad de todos los españoles, especialmente en su conocido artículo 14: […] sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social, si bien, enmarcada formalmente así la ‘igualdad jurídica’, ello no ha impedido que se vengan agrandando las desigualdades de hecho en aspectos tan fundamentales para la plena realización individual y colectiva como la enseñanza, la vivienda, el trabajo, la sanidad (A. Gómez Alfaro, 2000).

5.4.4.1. En busca del reconocimiento de la gitaneidad, asociacionismo gitano e Iglesia Evangélica de Filadelfia

Podemos considerar que hubo una especie de pre-historia del movimiento asociativo gitano en los años 60:

Las primeras intervenciones de carácter social, de las que se tienen noticia en el Estado español, son las que dispensada la iglesia católica, y que se iniciaron en Cataluña de la mano de personas voluntarias y con la conducción de tres curas: el padre Lluís Artigues, el padre Pere Closa y mosén Jordi García-Die, quienes buscaron la colaboración de un gitano catalán, de Hostafrancs (Barcelona), el Tío Peret. Esta iniciativa comenzó en los años 60 desde la parroquia de Sant Pere Claver […] que atendía a las personas gitanas que vivían en barracas en Somorrostro, en la montaña de Montjuic. […] De esta forma, en abril de 1965, se constituye oficialmente el Secretariado diocesano pro-gitano, adherido al Departamento social de Cáritas diocesana, del que es nombrado director el padre Lluís Artigues, quien murió el mismo año, en el mes de julio, y fue sustituido por mosén Jordi García-Die. […] Éste fue el embrión de los secretariados gitanos que, poco a poco, fueron expandiéndose por todo el territorio peninsular. En la década de los años 80, la tarea realizada desde los secretariados había dado ya sus frutos, especialmente respecto a la formación y preparación de personas gitanas, las que ya estaban en condiciones de encabezar un movimiento reivindicativo propiamente gitano.

– R. Llopis, 2003


En 1972 -todavía en época franquista- Juan de Dios Ramírez Heredia publicó el libro “Nosotros, los gitanos. Testimonios de un pueblo marginado”. Con esta publicación se inaugura en España la “literatura escrita por los propios gitanos”, como señala en el prólogo del mismo el sacerdote J. Mª García-Díe.

En el Prólogo a la cuarta edición (1982) de este su primer libro el propio Juan de Dios Ramírez Heredia habla sobre el papel de un sector de la iglesia católica como germen del movimiento asociativo gitano en el contexto de la dictadura:

Al calor pues del Secretariado Gitano de Barcelona, pionero de los que se crearon en toda España y que dirigía Jorge Mª García-Díe, nació este libro. Desde aquella organización se imprimió una dinámica nueva a las formas de lucha del pueblo gitano, utilizando el único cauce hasta entonces permitido. Esa influencia que en mí ejercieron aquellos hombres y aquel ambiente queda –yo diría que exageradamente patente– en el contenido de este libro. Hoy la lucha política y la reivindicación de la libertad y la justicia tienen otros caminos que son los únicos adecuados en los países democráticos.

– J. de D. Ramírez Heredia, 1982, 4ª edición


El periodo de la transición democrática y lo que quedaba del siglo XX también fue una época de lucha y reivindicaciones en busca del reconocimiento de la gitaneidad, intentando colocarla en el lugar que se merecía en la sociedad. Iniciativas como el manifiesto gitano Camelamos naquerar llevada a cabo por los jóvenes José Heredia y Mario Maya pretendían abrir un nuevo espacio de empoderamiento calé. Era un espectáculo flamenco-teatral que escenificaba la larga historia de persecución hacia el pueblo gitano y fue determinante para entender su denuncia. […] Hugo boicots, amenazas racistas e incluso prohibiciones […] pero finalmente pudieron llevar su mensaje por tablaos, colegios y teatros a través de esta representación varguandista (D. Martín, 2018). Camelamos naquerar se estrenó en 1976. En la misma línea, en 1980 se editó el disco Persecución,también sobre la historia de los gitanos en España, cuya letra compuso el poeta y flamencólogo Félix Grande, alternando poemas y narraciones. Los poemas los musicó y cantó Juan Peña,El Lebrijano, mientras que Félix Grande recitó los textos en prosa del disco; contaba con el toque de las guitarras de Enrique de Melchor Pedro Peña.

El 6 de junio de 1978 tuvo lugar, en Madrid, la primera manifestación organizada por asociaciones gitanas, a la que acudieron más de 500 personas. Pidieron la derogación de los artículos discriminatorios del Reglamento de la Guardia Civil, la mejora de sus condiciones vitales en aspectos básicos como “trabajo, escuelas y vivienda” y el fin de los actos de racismo (N. Jiménez, 2017).

Manifestación gitana de 1978 en Madrid
Manifestación gitana de 1978 en Madrid. Foto: Agencia EFE.
Manifestación gitana de 1978 en Madrid_2
Manifestación gitana de 1978 en Madrid. Foto: Agencia EFE.

El 18 de junio de 1978 tuvo lugar una segunda manifestación gitana, en Burgos, con representación de gitanos y gitanas de distintos lugares de España. La Asociación de Promoción Gitana de Burgos (APGB) convocó una manifestación, alentada por la FAGE (Federación de Asociaciones Gitanas de España), que estaba dando sus primeros pasos, ante la negativa del alcalde de la ciudad a la construcción de una escuela puente para alumnado gitano desescolarizado. La APGB recorrió las viviendas de las familias gitanas de Burgos con fotocopias con la autorización de la manifestación firmada por el Gobernador Provincial, pues muchos gitanos y gitanas burgaleses tenían un miedo enorme a esta manifestación… El sábado, día 17, se celebró en el salón de actos del seminario una asamblea de todas las asociaciones gitanas de la FAGE. Y, al día siguiente, domingo, la manifestación desde la plaza de Burgos y por varias calles y luego comida en el parque de Fuentes Blancas. "Payos, gitanos, todos hermanos", "Puestos escolares, para los chavales"... fueron eslóganes repetidos en la manifestación. Tanto en la asamblea como en la manifestación habló Juan de Dios Ramírez Heredia, “el diputado gitano”. A pesar de su juventud era un auténtico líder, tenía un gran carisma. Acababa de defender en el Congreso la abolición de los artículos racistas del Reglamento de la Guardia Civil. Y dejó en todos los asistentes, payos y gitanos, el poso de su mensaje: que es preciso luchar por una sociedad más equitativa y que “ser gitano no es ningún oprobio” (hay una referencia a esta manifestación en: Mª Teresa Codina, 2000).

Manifestación gitana de 1978 en Burgos
Manifestación gitana de 1978 en Burgos. Foto: Archivo familiar de Janire Lizárraga

El inicio claro del Movimiento Asociativo Gitano se da entre 1971 y 1978. Los 70 vienen caracterizados por el nacimiento de varias asociaciones de carácter civil y aconfesional dentro del proceso general de movilización social en el transcurso de agonía del régimen dictatorial y la posterior inauguración de la democracia.

– H. García, 1995


“A mediados de los años setenta surgieron las asociaciones gitanas, nacidas para dar respuesta a necesidades básicas como la vivienda, el trabajo, la sanidad o la educación, y que no eran atendidas por las administraciones competentes. Este movimiento asociativo fundamentalmente reivindicativo no siempre fue dirigido por personas gitanas volviendo a caer en la cuestión paternalista, aunque según han avanzado los años la gitana y el gitano se han ido convirtiendo en protagonistas de esta lucha.

– D. Martín, 2018


El llamado movimiento asociativo ha sido un trabajo de los propios gitanos por desarrollar organizaciones que hagan avanzar a este pueblo en un sistema complejo y global. […] Muchas y muy diferentes entidades se han desarrollado en las pasadas décadas, y, eventualmente, han apostado por editar publicaciones propias (Acción Cultural Española (AC/E) y el Instituto de Cultura Gitana, 2015).

En 1972 se creó la Asociación Nacional Presencia Gitana, y también a principios de los 70 se crearon las asociaciones Desarrollo Gitano e Integración Gitana. En 1980 se creó la Asociación de Enseñantes con Gitanos. Y en 1986 se fundó la Unión Romaní, como coordinadora de asociaciones gitanas de toda España. En diciembre de 1986 salió a la calle el primer número del periódico quincenal Nevipens Romaní (editado por la Unión Romaní –y en la actualidad por el Instituto Romanó), que nació como órgano de expresión de los problemas e inquietudes de los gitanos. En 1989 se crea la primera asociación de mujeres gitanas, la Asociación Romí de Granada.

Aparecen las primeras asociaciones gitanas que buscan el reconocimiento de su cultura, y medidas sociales que les promocione hacia la ciudadanía plena. Las mujeres gitanas, también se unen, y luchan para que se les trate de manera justa e igual al resto de ciudadanos españoles. Aparecen los primeros maestros romaníes (como Adelina Jiménez), los primeros titulados universitarios (como el médico Juan Manuel Montoya o el filólogo José Heredia) y el primer diputado (Juan de Dios Ramírez Heredia).

– R. Llopis, 2003


A fines del año 88, nace en Andalucía la Federación de Asociaciones Romaníes Andaluzas (FARA). […] En Cataluña, el día 25 de julio de 1991 se constituyó la FAGIC, Federació d'Associacions Gitanes de Catalunya. Prácticamente de forma paralela se crearon otras federaciones a escala autonómica: Galicia, Extremadura (FAGEX), Castilla-León, País Vasco, Asturias, Aragón, Islas Baleares; y, posteriormente, Madrid y Castilla-La Mancha (ib.)

Otros hitos de esta etapa inicial del asociacionismo gitano en España fueron:

  • Celebración en 1993 del I Congreso Nacional Los Gitanos en la Historia y la Cultura, en Granada.
  • La celebración del I Congreso Gitano de la Unión Europea, en Sevilla, en 1994.
  • En 1997 se celebra el I Congreso Europeo de la Juventud Gitana, en Barcelona.
  • Nace el Partido Nacionalista Caló, el primer partido político gitano.
  • En 2010, en la ciudad de Córdoba, se lleva a cabo la Cumbre Europea sobre Gitanos.
  • (Datos tomados de: H. García, 1995)
El paternalismo de la Iglesia católica fue muy fuerte […] lo que provocó que a partir de la segunda mitad del siglo XX con la entrada de la Iglesia Evangélica de Filadelfia el pueblo gitano haya ido desplazando una doctrina extraña a su temperamento para acogerse a otra que encaja más con el mismo, al igual que ha ocurrido con otros pueblos de América del Sur principalmente. Con una base procedente de las reformas del cristianismo implantadas por Lutero en el siglo XV, con peculiaridades pentecostalistas y la adecuación a la cultura gitana, “el culto”, como se llama comúnmente a la iglesia evangélica, ha conseguido aglutinar a un pueblo gitano muy heterogéneo es una iglesia que da más libertad de manifestación y que empodera a los propios gitanos como “pastores” del mensaje […] En el siglo XXI cuenta con más de 100.000 practicantes diarios (Correas Redondo, 2009).

– D. Martín, 2018


El culto ha significado "un abrigo" de autoestima y esperanza para los gitanos y gitanas, al percibirse como un pueblo elegido y virtuoso, un tapón a la toxicomanía generada por la heroína en los años 80, un nuevo ámbito de relación étnica y de orgullo nacionalista, así como un espacio donde gestionar algunos conflictos, y, por todo ello, una auténtica renovación cultural auspiciada por ellos mismos, y, en consecuencia, un rearme para mejorar la inserción social desde su propio empoderamiento (San Román, 1997; Méndez, C., 1999, 2002 y 2005; Cantón, M. et alt., 2004).

5.4.4.2. La intervención de las Administraciones

“En el año 1978, se crea la Comisión Interministerial para el estudio de los problemas que afectan a la comunidad gitana, adscrita al Ministerio de Cultura. Esta Comisión realiza estudios e investigaciones y elabora relevantes documentos de actuación con la población gitana. En ese mismo año, se presenta en el Parlamento español por primera vez una Proposición no de ley sobre la situación legal de la población gitana, con el fin de que desapareciera del ordenamiento jurídico la normativa específica que afectaba negativamente a la población gitana. La Proposición se aprueba por unanimidad”.

El Parlamento español aprueba el 3 de octubre de 1985, la Proposición no de Ley de creación de un Plan Nacional de Desarrollo Gitano, en cumplimiento del mandato constitucional de ‘promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivos’” (FSG, 2012).

También considero digno de destacar el que en el nuevo Código Penal de 1995, que supone una “adaptación positiva del nuevo Código Penal a los valores constitucionales”, en  su artículo 510 se establece que cometen delito penal “con pena de prisión” y “multa” “los que provocaren a la discriminación, al odio o a la violencia contra grupos o asociaciones por motivos racistas” o “por la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación”.

El Consejo de Ministros aprobó en 2005 la creación de la Fundación Instituto de Cultura Gitana (cuyos objetivos son “el desarrollo y la promoción de la historia, la cultura y la lengua gitanas, y la difusión de su conocimiento y reconocimiento a través de diversas actividades culturales, investigaciones y publicaciones”) y del Consejo Estatal del Pueblo Gitano (“órgano colegiado y consultivo, para formalizar la participación y colaboración de las organizaciones relacionadas con la población gitana en el área de bienestar social).

En el año 2012, y a instancia de la Unión Europea, el Gobierno de España aprobó la “Estrategia Nacional para la Inclusión Social de la Población Gitana en España (2012-2020)”, que recoge los objetivos a lograr en las áreas de Trabajo, Sanidad, Vivienda y Educación, así como las líneas estratégicas de actuación y de evaluación. También muchas de las comunidades autónomas han ido poniendo en marcha un Plan Integral del pueblo gitano en su respectiva autonomía.

El punto débil de muchos de los planes destinados a remover las causas de la postergación del pueblo gitano en España ha sido con frecuencia la falta de presupuestos adecuados para remover unas desigualdades estructurales.

5.4.4.3. Pogromos y rechazo escolar y “un fenómeno que convirtió en minúsculas otras preocupaciones”

Entre los problemas a los que han tenido que hacer frente algunos sectores de la población gitana en nuestro país ya en la época democrática -además de los ya señalados anteriormente como básicos, de la vivienda, el trabajo, la sanidad o la educación- el historiador David Martín destaca los rechazos vecinales y escolares sufridos en algunas localidades y la expansión del consumo de heroína en los años 80 y sus trágicas consecuencias para el conjunto de la sociedad y, por ende, para un sector de la población gitana.

Las relaciones conflictivas vecinales con los asentamientos precarios de familias gitanas en exclusión basadas en causas delictivas pero también en prejuicios étnicos raciales. […] Buena parte la izquierda política intelectual mitifica los movimientos vecinales y las luchas urbanas del postfranquismo; pero olvida que, durante la década de los ochenta y buena parte de los 90, aquellas barriadas obreras abrazaron liderazgos, solidaridades y protestas etnicistas contra los tardíos realojos de familias gitanas, oponiéndose frecuentemente también a la escolarización de sus descendientes (Río Ruiz, 2003, citado por: D. Martín, 2018). Así, en estos años  sucedieron conflictos y manifestaciones antigitanas en: Hernani (Vizcaya), Lugo, Torrelavega (Cantabria), barrio del Campanar en Valencia, Peñafiel (Valladolid) El Prat, Torre Romeu y San Cosme de Barcelona, Mancha Real (Jaén), Martos (Jaén), Torredonjimeno (Jaén), Almoradí (Alicante), Estepa (Sevilla), Castellar (Jaén), Cartegana (Huelva), etc. (vid.: López y Fresnillo, 1995; M. Martínez, 2017).

Hubo, sin embargo, un fenómeno durante los 80 que convirtió en minúsculas otras preocupaciones. La heroína fue la perdición de toda una generación de españoles y, por lo tanto, también fue un duro golpe para el pueblo gitano. El sistema, con los políticos a la cabeza, no supo frenar el auge de esta droga y en lugar de solucionar el problema lo que se hizo fue barrerlo hacia los extrarradios. Ya de por sí era dura la situación en las chabolas como para que viniera “el caballo” a complicar aún más las cosas. Muchos fueron los gitanos que cayeron en el peldaño que está por debajo de la simple exclusión y, si bien hubo lucro por parte de algunas personas, la mayoría de los que se acercaron a la heroína acabaron muy mal. Más pobreza, familias desestructuradas, más delincuencia y aumento de la leyenda negra del pueblo gitano.  Muchos también fueron los gitanos que rechazaron con energía la droga maldita. […] Se puede decir, una vez más, que el pueblo gitano fue víctima, como muchos de sus vecinos no gitanos, del sistema capitalista de la Transición. […] Cabezas de turco de su tráfico y consumidores se inmolaron hacia las cárceles o la muerte..

– D. Martín, 2018


5.5. Repercusiones de la Historia en el presente

La historia del pueblo gitano en toda Europa y en España ha sido, en gran medida, la de una persecución y marginación, así como la de culparlos de marginados tras haberlos cercenado las posibilidades laborales y económicas. Algo similar señaló M. Luther King respecto de la discriminación racial en Estados Unidos:

Ser negro en Estados Unidos significa estar confinado en los ghettos y las reservas. Ser uno más entre la multitud de los apaleados, de los linchados, de los atemorizados y de los vencidos.

Ser negro significa en Estados Unidos tener que luchar a brazo partido por una supervivencia física entre la agonía psicológica más difícil. Significa ver crecer a los hijos con la nube mental de la inferioridad oscureciendo el cielo del espíritu.

Ser negro significa que te condenen por cojo, tras haberte amputado ambas piernas. Y significa que te condenen por huérfano después de haber aplastado a tus padres con la explotación de cada día.

Significa sentirse totalmente alcanzado por el veneno de la amargura, puesto que no eres nadie y este sentimiento será tu tormento durante el día y tu vergüenza en el silencio de la noche.

En fin, ser negro en Estados Unidos significa el dolor de sentirse como el mal y la angustia matan todas las esperanzas ya antes de nacer.

– Martin Luther King –Joan Gomis, ed. –, 2013


Así lo atestiguan dos de los historiadores que mejor han investigado la historia del pueblo gitano:  

Se promulgaron más de 250 providencias formales entre 1499 y 1783. Debe subrayarse también la paradójica contribución de todo aquel profuso y repetitivo aparato legal en la marginación del grupo que intentaba ‘reducir’, como no dejaron de advertir algunos espíritus sensibles. Los magistrados de la Real Chancillería de Granada aludirán en 4 de noviembre de 1784 al ‘miserable estado de ociosidad, infamia y desprecio con que los gitanos viven en la república’, agregando esta observación memorable: ‘ en cuya infeliz situación los han colocado las mismas providencias que justamente se han tomado contra ellos’. Preso en los calabozos inquisitoriales de Toledo, el licenciado Amador de Velasco redacta en 1576 un pliego de descargos donde puede leerse esta frase exculpatoria: ‘Y bien puede ser haya yo sido como los gitanos, que hacen los hurtos los vecinos, y échasenlos a ellos’. No se trata de una aislada opinión, pues en la documentación que guardan los archivos españoles pueden encontrarse otras de parecido tenor y, curiosamente, fechadas en diferentes épocas.

– Gómez Alfaro, 2000


Superando las barreras legales y los estigmas sociales, los gitanos se habían ocupado en numerosas labores desde su llegada a la península Ibérica. Estaban circunscritos a ‘la labranza y cultura de los campos, sin que se les permitiesse otro oficio, exercicio, trato ni comercio, porque darles expresamente prohibidos todos, baxo la pena de destierro de los reynos y la de 8 años de galeras’[7]. Se daba así una contradicción en la política integradora de los gitanos: mientras las leyes se orientaron a incorporarles al resto de habitantes, la imposibilidad de ejercer otro oficio les impidió dedicarse a empleos útiles e indirectamente les obligó llevar a cabo estafas y latrocinios.

Las diferentes disposiciones legislativas contra los gitanos exigían la dedicación de los mismos en unos determinados trabajos y el abandono de aquellos que tradicionalmente habían facilitado su movilidad geográfica. Quedaron vetados a todos los ejercicios que no fueran agrícolas, no siendo este un hecho baladí, ya que así se conseguía que fijaran su domicilio y en algunas partes de la Corona española servirían para cubrir el vacío demográfico derivado de la expulsión morisca. […] Pero, sorprendentemente, lejos de facilitar su entrada en el mundo agrícola, se les privó de la posibilidad de acceder a la propiedad de la tierra, la cual hubiesen podido explotar de forma colectiva aprovechando su estructura familiar.

– D. Martín, 2018


A lo largo de estas centurias han realizado una contribución a la cultura europea: en el conocimiento del mundo ganadero, de la fragua, cestería, música y otras artes, etc., tal como señala el historiador Salvador de Madariaga:

Los judíos y los gitanos […] tienen de común el ser ambos los más activos tejedores del telar europeo. Con sus andanzas por Europa estimulan el espíritu andariego en los europeos más arraigados.

– S. de Madariaga, 1951


Pero gran parte de las personas que conforman el pueblo gitano en todo el mundo, y también en España, se sitúan históricamente fuera de la parte central de la sociedad: se han colocado siempre al margen. Lo que hoy en día señalaríamos como personas en riesgo de exclusión social, tradicionalmente se han llamado marginados. Marginados pues, fueron todos aquellos grupos humanos que no respondían a las conductas morales, religiosas, modos y usos comunes y prácticas de búsqueda de ingresos —trabajos— acostumbrados. Fruto de esta conducta asocial, el pueblo gitano mantuvo, de manera generalizada, una relación tirante con sus vecinos que se tradujo en las medidas represoras contenidas en la legislación antigitana. Una larga lista de pragmáticas y disposiciones creadas ad hoc contra el pueblo gitano que no impedirá que se asiente en España formando parte de su sociedad desde el siglo XV hasta la actualidad (D. Martín, 2018).

Esta historia de marginación deja en el presente un poso de desigualdad de oportunidades y un estigma que naturaliza la exclusión y con el que se pretende justificar su supuesta inferioridad o culpabilidad (ib.)

Como señala Teresa San Román (1997), la tenacidad de los gitanos, sus estrategias de ocultamiento, de multiocupacionalidad, de seminomadismo o itinerancia circunscrita, de adaptación a las circunstancias cambiantes de la legislación, la capacidad para cruzar fronteras o para aliarse en ocasiones con la población autóctona realizando trabajos imprescindibles, hacen que los gitanos de toda Europa se resistan a la asimilación y puedan subsistir.

No resulta desacertado decir que, antaño, cuando existía una desigualdad legal institucionalizada, las desigualdades de hecho, por el generalizado carácter de las carencias sociales, no merecieron la particular atención que vienen mereciendo en nuestros días. Los gitanos padecieron entonces las mismas precariedades que sufrió una inmensa mayoría de españoles en aquella antigua sociedad artesanal y agraria, estratificada e injusta, dentro de la cual representaron, pese a lo que digan leyes y procesos, un papel subordinado escasamente discordante, compartiendo los valores culturales generalmente vigentes. Rechazada, sin embargo, en época ya cercana a nosotros, la proletarización industrial, que hubiera significado contrariar ancestrales pautas culturales, la desigualdad de hecho comenzaría a asomar su verdadero rostro. Los gitanos, ciudadanos formalmente iguales a los demás ciudadanos, empezarían a ser crecientemente desiguales, viéndose amenazados imperativamente a mutaciones y fracturas profundas e irreversibles.

En cualquier caso, con ser graves las carencias materiales que padece un mayoritario sector de la población gitana en tanto que clase desposeída, sobre toda ella gravita particularmente el peso de una marginación étnica, cuya superación exige un inevitable cambio de mentalidad por parte de la sociedad española. Basado durante siglos el rechazo del gitano sobre una legislación demonizadora que llegó a convertirlo en “raza maldita”, las acusaciones subyacen todavía en el subconsciente individual y colectivo y se traducen con triste frecuencia en comportamientos no muy alejados de los que fueron moneda corriente en otros siglos. Un cotejo de muchos acontecimientos actuales con otros que documentan los viejos papeles conservados en nuestros archivos, permitiría trazar sin dificultad un doble cuadro demostrativo de que la raíz del discurso social no ha cambiado excesivamente. Emerge así con nitidez la inaplazable necesidad de un esfuerzo educativo para una convivencia democrática, basada de forma irrenunciable tanto en la igualdad de los ciudadanos como en el enriquecedor respeto a sus diferencias culturales.

– Gómez Alfaro, 2000


Así, en el último cuarto del siglo XX y, sobre todo, ya en el siglo XXI, los medios de comunicación, las redes sociales y los programas televisivos se han constituido en herramientas de comunicación poderosas, pero también pueden contribuir a transmitir “estigmas no superados” y falsas “caricaturas” (ib.). Por otra parte, en los últimos años se han sucedido declaraciones racistas de líderes europeos, por electoralismo y buscando un “chivo expiatorio” a los problemas generados por la crisis económica (J. E. Abajo, 2011). Estos son algunos problemas actuales, herencia actualizada de prejuicios y estereotipos seculares. Contra ellos se alzan las asociaciones gitanas, con estudios y declaraciones y publicaciones como “¿Periodistas contra el racismo?”, investigación e informe que viene publicando anualmente la Unión Romaní (2019).

Después de los flujos migratorios de la ex Yugoslavia en la década de los noventa, y sobre todo después de las ampliaciones de la Unión Europea hacia los países del Este” se produjo un éxodo de gitanos de Europa del Este hacia otras países de Europa con mayor poder económico, incluida España (Piemontese, 2017). Estas familias sufren a menudo situaciones de muy bajo nivel socioeconómico, infravivienda y elevada movilidad urbana y transnacional (debido a los desalojos forzosos de infraviviendas y viviendas ilegales y a la búsqueda de trabajo), así como una imagen estereotipada sobre ellos: “la segregación espacial, la inestabilidad residencial y la pobreza de las condiciones materiales de vivienda representan elementos centrales de la construcción del imaginario popular y político acerca de los ‘gitanos rumanos’(ib.). Muchas de las problemáticas que afectan a la población rrom rumana inmigrada y a su situación en los barrios en que se han asentado son sólo la ‘punta del iceberg’, la expresión más cruda de la situación de desigualdad estructural que existe en nuestra sociedad, y que en el caso de la población gitana rumana se expresa con mayor intensidad y virulencia debido a su situación de desprotección. (Óscar López,2010).

Persiste el estereotipo de gitano como elemento asocial, marginado y mal ciudadano y defraudador del pacto social, ‘pobre porque quiere’ (D. Martín, 2018).

Y sigue llamando la atención –más de 20 años después de escribirlo esta antropóloga- la visión negativa que la progresía tiene de los gitano: escoria empedernida que no se integra en la clase trabajadora, no siendo además víctima del colonialismo imperialista, tal y como sí son señalados los inmigrantes del llamado Tercer Mund (T. San Román, 1999, citada por: D. Martín, 2018).

En la reciente crisis del Covid-19 se ha evidenciado que “el antigitanismo sigue arraigado en nuestra sociedad”. Ante dicha pandemia en algunos medios de comunicación y redes sociales se puso el foco en los gitanos: sus casos de afectados y de fallecidos, así como algunos episodios -supuestos o reales- de incumplimiento del confinamiento y, además, se vertieron “expresiones de discriminación y bulos sobre la comunidad gitana” e incluso se llegó a quemar una capilla de la Iglesia Evangélica de Filadelfia. Con tales actitudes se olvida que “este virus está afectando ya a miles de personas de todo el mundo”, “que no entiende razas”, ni de “circunstancias sociales o personales”, “por lo que ningún grupo humano debería convertirse en chivo expiatorio por la propagación de la enfermedad”, tal como denunciaron las asociaciones gitanas y también los evangélicos españoles, que “consideran ‘gravísimo’ que se les haya ‘señalado’ desde el Ministerio de Sanidad, puesto que les deja en un estado de ‘indefensión’, porque extiende un ‘manto de sospecha’ sobre las iglesias evangélicas” (Vida Nueva, 2-3-2020). Como nos recuerda el historiador M. Martínez, ya en otras épocas históricas se echó la culpa a “los gitanos” de ser los causantes de las epidemias (M. Martínez, 2020). Aunque también resultan esperanzadores otros hechos y actitudes, como el que la Asociación de Vecinos Madre de Dios de La Rioja, ante semejantes infundios y estereotipos, haya salido en defensa de la población gitana:

En estos momentos tan proclives a la histeria colectiva, la comunidad gitana es una candidata perfecta para canalizar los miedos hacia ‘los otros’, ‘los diferentes’ […] Antes de difundir una información no contrastada, evita difundir cualquier mensaje que se refiera a colectivos enteros que siempre están cargados de los prejuicios que han arraigado nuestra cultura y contra los que es necesario rebelarse porque la comunidad gitana es extraordinariamente diversa, como lo somos todas.

– Citado por: J. de Dios Ramírez-Heredia, 2020


David Martín termina su magnífico libro sobre “La historia del pueblo gitano en España” con un consejo a sus lectoras y lectores, que hacemos nuestro también:

Que se acerquen a los estudios de antropólogos y sociólogos (“haberlos, haylos”), que son personas que saben de lo que se hablan. Pero, sobre todo, que se aproximen al pueblo gitano, que superen la barrera de los prejuicios, porque si queremos entender el presente del pueblo gitano después de haber leído su pasado, hay que completarlo con un contacto real y una escucha directa de su propia voz.

– D. Martín, 2018


Nota: Nuestro agradecimiento al historiador David Martín Sánchez (autor del libro “Historia del pueblo gitano en España”, 2018) y Manuel Martínez (autor de numerosos libros y artículos sobre la historia del pueblo gitano) que, a solicitud nuestra, han revisado estos apuntes y aportado importantes sugerencias y matices a los mismos.

 

 

[1] Aunque una nota marginal aparecida en la “Nueva Recopilación” señala a Medina del Campo como la población donde se efectuó la firma de la pragmática de 1499, realmente tuvo lugar en Madrid. (Gómez Alfaro, 2006).

[2] Moncada, S. de, 1619 (ed. de Vilar, J, 1974).

[3] Araceli Cañadas ha analizado en profundidad el memorial de Juan de Quiñones (Cañadas, A., 2016). Vid. también: Fernández Garcés, H., Jiménez González, N. & Motos Pérez, I. (2014)

[4] A Fernando VI se le puso los sobrenombres de “El Prudente” y “El Justo”.

[5] El Marqués de la Ensenada a lo largo de su vida fue condecorado con múltiples honores, y a fecha de hoy posee diversos monumentos con su efigie y numerosas vías públicas con su nombre a lo largo de la geografía española. Las entidades gitanas han solicitado reiteradamente que tales reconocimientos públicos se retiren, al haber sido el cerebro de un intento de genocidio del pueblo gitano español.

[6] Carlos III ha sido denominado “El Político”, “El mejor alcalde de Madrid”, “El mejor rey de España” y, en la obra teatral de Buero Vallejo, “Un soñador para un pueblo”.

[7] Archivo Histórico Foral de Vizcaya. JCR 0000/021.