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de Mario Levrero

El escritor uruguayo propone sus consignas como antídotos:

Consigna 1

Esta primera consigna (que implica la realización de tres ejercicios breves) intenta eludir un par de factores que suelen operar como frenos de la imaginación y del estilo personal. Uno es la tendencia muy generalizada a "querer decir" algo que es importante para el que busca expresarse por medio de la escritura; a veces este querer decir es "querer decirlo todo". El otro factor, también una tendencia generalizada, quizás más aún a partir de alguna experiencia en talleres literarios, es tratar de "escribir bien", lo que suele fijar la atención más en la elección de las palabras que en la búsqueda de las imágenes interiores que son el principal alimento de la escritura.
Para esta consigna se pide que, a partir de cada una de las frases truncadas que se dan como disparador, el alumno escriba un relato muy breve (no más de 500 caracteres o unas 100 palabras en cada relato), sin que importe mucho el resultado desde el punto de vista literario. Tampoco importa que haya un final que redondee el argumento, ni que sea efectista. Lo que sí importa es el trabajo previo a la escritura, de "situarse" imaginariamente en la escena que sugiere la frase truncada y tratar de "ver" (o sentir) qué puede estar sucediendo allí. Es el relato de lo que el alumno imagina que sucede lo que pide Levrero.

Algunas frases disparadoras serían:

1) Me despertó el sonido del teléfono. Me levanté a tientas...

2) Las dos mujeres hablaban sin cesar; la de más edad...

3) La primera vez que vi a María, nos encontrábamos en...

Consigna 2

Esta consigna, como la primera, reclama tres ejercicios, que son tres textos a partir de una misma frase truncada. Cada texto debe referirse a una situación distinta, en forma completamente independiente de los otros. Al igual que en la consigna anterior, interesa principalmente el trabajo previo a la escritura: situarse en la escena, captar las imágenes. Cada texto, de no más de 100 palabras o 500 caracteres, debe partir de la frase:  «Bajo la lluvia, un hombre con un paraguas se acercó».

Consigna 3

Esta vez se pide un solo ejercicio, que puede extenderse hasta unas 300 palabras o unos 1.500 caracteres. El tallerista debe repasar sus recuerdos de las últimas horas, y elegir una escena en la calle o en un medio de transporte. La experiencia debe ser vivida (no inventada). Se debe elegir aquello que venga a la memoria con insistencia o que por algún motivo se destaque de los otros recuerdos. No hace falta que sea algo extraordinario: es suficiente, y aún deseable, dice Levrero, que se trate de un hecho trivial.

Debe evitar describir todo el trayecto de un viaje (basta con los datos mínimos para la comprensión del asunto). Pero hay que tratar de recrear todos los detalles, que intervengan todos los sentidos, no sólo la vista. Se puede narrar lo que uno cree que pensaba en ese momento, pero que no sean los pensamientos los protagonistas de la acción, sino un elemento más de la acción, escribe.