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Tom Spanbauer y su Taller de escritura peligrosa

El Método Spanbauer de escritura consiste en poner el dedo en la llaga, dice Rodrigo Fresán. En hurgar en el propio dolor y extraer las emociones. Para implicar al lector en un viaje narrativo lleno de baches, apariciones, incógnitas y esfuerzos que funden realidad e imaginación, liberándolos. «Aparentemente puede no parecer algo peligroso o atrevido, pero lo es. Cuando las palabras que uno cree verdaderas sobre sí mismo finalmente se escriben, consiguen un poder que ya no controla exclusivamente el escritor. Estas palabras dejan ver a todo el que las lee el corazón desnudo del escritor, se convierten en entidades separadas, un documento inacabado sobre quién las escribe», explica Spanbauer (1946), que ha definido su tensión literaria como escritura peligrosa (dangerous writing): el mismo nombre que tiene su taller de escritura en Portland, Oregón.

El escritor colombiano Hernán Ortiz, alumno suyo, escribió en la Revista Arcadia: «Estás sentado con otras nueve personas en la cocina del escritor norteamericano Tom Spanbauer y no tienes idea de cómo iniciar un relato. No sabes cómo poner en práctica el método de la autoindagación. El taller se llama Escritura Peligrosa, y después de la explicación de unos conceptos y un par de lecturas, el maestro Spanbauer te asigna la tarea de escribir la primera frase de un cuento. Para decirte si, en su opinión, vale la pena. “¿Qué es lo que más te duele?”, te pregunta, recordándote el método de la autoindagación. “¿Qué es lo que más te avergüenza? ¿Qué le escribirías a una audiencia que está a punto de morir?”. El maestro Spanbauer explica que para él la enseñanza se basa en una sensación. Que él también es un alumno, porque cuando se estudia la escritura, se estudia la vida. Así que su tarea es crear un “ambiente seguro” en el que no sea tan aterrador sacar del closet la vida interior y leérsela en voz alta a un grupo. Respeta al alumno en relación con su corazón roto, su rabia, su vergüenza, y el miedo que está escondido dentro de las palabras, y de acuerdo a eso, actúa. “Al principio debo permitir que lo hagan mal. Si una nota incorrecta se toca lo suficiente, la disonancia puede convertirse en el lenguaje de los ángeles.” Y luego, cuando se ha adquirido esa confianza, Spanbauer adopta los roles de abogado del diablo, policía corrupto, tonto irreverente y provocador, con el fin de enseñar autoconfianza y autodisciplina. Es lo que le inculcó su maestro, el editor Gordon Lish, gran impulsor del movimiento minimalista norteamericano de los 80s y reconocido por formar escritores como Raymond Carver, Barry Hannah, Joy Williams, entre otros, impulsándolos a encontrar su estilo propio –una voz narrativa suficientemente fuerte. Y tú empiezas a escribir. Acabas la primera frase, y mientras sigues explorando esa parte oculta en tu corazón, empiezas a llorar. Y el maestro Spanbauer, en vez de consolarte, te anima a seguir escribiendo, mientras por un momento te desprendes del yo, y escribes tu primera buena historia, comprendiendo en la honestidad de tus palabras que el taller de Escritura Peligrosa, más que enseñarte a escribir, te ha liberado».

La escritura peligrosa usa ciertas técnicas que entroncan con el minimalismo. Su nombre hace alusión al hecho de escribir sobre temas que causan miedo o vergüenza en el escritor, con el objetivo de explorarlos y expresarlos de la manera más sincera posible. Por este motivo, la mayor parte de las obras que siguen esta técnica están narradas en primera persona y tratan sobre determinados temas como los tabúes culturales. Las reglas fundamentales de la escritura peligrosa son cuatro:

Los caballos: O motivos recurrentes, pequeñas unidades de significación que se deslizan a lo largo de la obra. Si realizas un viaje en caravana, siempre utilizarás los mismos caballos. Con esta metáfora Spanbauer se refiere a utilizar ideas repetidas durante la narración para que todos los personajes y situaciones hagan referencia al tema central de la misma, como una sinfonía que va creciendo y nunca pierde su línea melódica original.

Lengua quemada: Escribir ciertos pasajes de una forma compleja, incluso incorrecta, retorciéndolos con el objeto de que el lector vaya más despacio y preste más atención, o tenga que volver atrás en el libro para aclararlas y enfrentarse al concepto que se quiere transmitir. Un ejemplo se puede encontrar en la primera frase de La ciudad de los corazones tímidos: Las cosas empiezan donde no sabes y terminan donde sabes.

Registro de ángel: No juzgar a los personajes ni definirlos burdamente con términos abstractos. No se describe algo como terrible, bueno, horroroso o alegre, sino dejar que el lector saque sus propias conclusiones basándose en los hechos y las apariencias.

Ir al cuerpo: Una historia debe ser una sucesión de momentos vividos con todo detalle, describiendo las sensaciones para que parezca que se puedan tocar, para que sean casi físicas. Trabajar con los sentidos para que el lector capte ese realidad a través del cuerpo.