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Un poco de historia de los talleres de escritura

El embrión lo encontramos en la libertad de acción que promovieron las vanguardias, el surrealismo, el dadaísmo, que permitieron otra visión de la creación literaria, pero el primer taller que se constituyó como tal en Europa fue OuLiPo, Taller de literatura potencial (en francés Ouvroir de littérature potentielle), fundado a comienzo de los 60 en París por Raymond Queneau o Georges Perec, entre otros, y que contó con Cortázar o Calvino. Su objetivo era experimentar en la literatura como si fuera un juego: usando las palabras bajo reglas y restricciones en búsqueda de formas y estructuras, desarrollando las posibilidades de la lengua con la matemática como aliada.

También en esos años empezaron a funcionan en Estados Unidos los talleres de escritura creativa, con un formato parecido al actual. John Gardner, profesor del escritor Raymond Carver, por ejemplo, coordinó su taller en la Universidad de Iowa. O Gordon Lish dictó su taller en diferentes universidades americanas (fueron alumnos suyos Amy Hempel y Tom Spanbauer). Hoy la escritura creativa se imparte en la mayoría de las universidades del país como estudios de grado y de posgrado, con talleres coordinados por los grandes escritores norteamericanos. También en castellano, con programas de escritura creativa en español en distintas universidades estadounidenses, como Iowa, Nueva York o Toronto.

En Iberoamérica los talleres de escritura se popularizan a partir de los 70 (comienzan a gestarse en los 60). Muchos de ellos surgen en las universidades, pero el clima de incandescencia  política en Centroamérica y en el cono sur hace que pronto se refugien en casas particulares, “la universidad en las catacumbas”, para convertirse en centros de resistencia activa, donde practicar la libertad de opinión y de pensamiento.

En México, Augusto Monterroso dirigió un taller de cuento en la UNAM hacia el año 70. Explica Villoro que animaba a los alumnos a leer el Quijote. Y luego hablaba de Séneca y de Horacio. Para él la formación del escritor comenzaba con los clásicos grecolatinos. En Chile José Donoso abre su taller, y cuando lo cierra en los 90 toma el relevo Diamela Eltit. En Colombia lo hace Carlos Alberto Castillo. Y en Buenos Aires Abelardo Castillo, durante 40 años. Liliana Heker, alumna suya, en una de las profesoras más interesantes de la actualidad.   

Escribe Jorge Carrión en «¿Sirven los talleres literarios?» que el primer taller en España se hace en Sitges, en la casa de José Donoso. En los años 80 muchos exilados argentinos se instalan en nuestro país. Entre ellos algunos escritores que ya trabajaban en talleres. Gloria Pampillo imparte el primer taller, del que saldrán algunos nombres importantes como Norma Estrada, Mario Merlino y Clara Obligado: vienen de Grafein y han digerido Oulipo y Rodari y Freire; a todos alienta un ánimo de renovación pedagógica.

En 1982 Ramón Cañelles organiza en Madrid el primer taller Fuentetaja, que al principio se dirige a profesores y maestros. Nace con la conciencia de ocuparse subsidiariamente de una formación que debería ser incluida en los programas de la enseñanza obligatoria. Luego, este taller ampliará su campo de actuación para dirigirse a cualquier persona interesada en la escritura y la literatura. El objetivo de este taller de escritura creativa Fuentetaja, primero en su versión, por correo y luego ya presencial y on line, ha sido siempre (todavía hoy), más allá de la adquisición de una serie de herramientas y habilidades técnicas, el desarrollo de la capacidad de fabulación en una disciplina de creación y reflexión permanente sobre todos los aspectos de la vida.

La escritura creativa es actualmente una disciplina bastante asentada en España, principalmente por el trabajo de empresas privadas de educación no reglada, pero también por colectivos locales, librerías, bibliotecas, instituciones públicas (con iniciativas que suelen ser solo puntuales) y por algunas universidades, que, aunque la han dejado fuera de sus estudios de grado, ofrecen másteres y títulos propios de creación literaria. Pero su implementación en las aulas de Primaria y Secundaria sigue siendo muy escasa.